¡¡REVELADO!! EL VERDADERO ABRIGO DEL ALTÍSIMO (SALMO 91)
Esta es la promesa de Dios para quien está y permanece al abrigo del Altísimo, refúgiese en Él y obtenga esta garantía.
Llegamos al final del Salmo 91: «Me invocará, y Yo Le responderé, con él estaré Yo en la angustia. Lo libraré y le glorificaré. Lo saciaré de larga vida, y le mostraré Mi Salvación», Salmos 91:15-16.
Notamos el énfasis que Dios nos da cuando usa palabras como «responderé» y «libraré», es decir, le promete con seguridad al que está en el Abrigo, al que Lo amó, al que se apegó a Él encarecidamente. Él da esta seguridad. Podemos tener el descanso que se menciona al comienzo del salmo. Con tan grandes garantías, podemos descansar en el cumplimiento de esas promesas.
Es importante que usted invoque a Dios, pero no debe tratarlo como a un superhéroe que se pone la capa roja y nos salva en los momentos de peligro. Él pone sobre nosotros la responsabilidad de invocarlo, de orar, de clamar, con la garantía de que nos responderá. No siempre es la respuesta que queremos, pero siempre es la correcta.
Observe que interesante: «… con él estaré Yo en la angustia. Lo libraré…». En otras palabras, Dios permite la angustia por un momento, porque son momentos necesarios, que están relacionados con nuestra condición humana. Nacer es un riesgo, vivir es un riesgo, porque estamos unidos a nuestra condición humana, en un mundo que vive en el descampado del bajísimo. Hay cosas que nos superan, pero Él dijo que estará con nosotros en la angustia. No importa si es un día de felicidad o de angustia, Él está con usted. Dios lo librará de lo peor, no lo dejará solo en la angustia. A Dios le da placer honrar a los que Lo honran.
Por este motivo, nos enseña que no debemos buscar la gloria de este mundo. Las personas de este mundo corren tras las vanidades, tras la gloria personal, pero de la única gloria que deben preocuparse es de la gloria que proviene del Padre.
Cuando Él dice «larga vida», es importante que entienda que, en esa época, las personas atribuían la bondad de Dios a la duración de la vida. En el Nuevo Testamento, este entendimiento cambió por medio del Señor Jesús, porque entendemos que la vida verdadera no está en la tierra, sino en la eternidad. Por ejemplo, cuando el Señor Jesús vino, vivió 33 años y medio. Había un propósito en eso, porque estaba en la mejor edad, como los corderos jóvenes que eran sacrificados en el auge de su juventud.
Por supuesto que nadie quiere morir joven en la tierra, pero el entendimiento espiritual de la vida longeva, en el Nuevo Testamento, tomó la siguiente forma, que Pablo tradujo de manera excelente, cuando dijo: «Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia», Filipenses 1:21. En otras palabras, cuando usted está con Jesús, no importa si muere a los 20, 30, 50 o 100 años, porque en el momento de su muerte pasará a la vida. El concepto del salmo 91 se puede entender de la siguiente manera: quien va a vivir al abrigo del Altísimo, vivirá su tiempo integral. Usted no vivirá aquí ni más ni menos de lo que Dios determinó para usted, el diablo no logrará acortar su vida. Usted cumplirá su tiempo aquí y se irá en el momento correcto.
Pero recuerde que la Biblia dice: «Estimada es a los ojos del Señor, la muerte de Sus santos», Salmos 116:15. Tal vez usted conozca a alguien que ha muerto a temprana edad. Si esa persona fue salva, no murió, está viviendo.
Este es el punto final del salmo: «… le mostraré Mi Salvación». Pero, si después de todo lo hecho en la tierra, después de todo lo vivido, todo lo que el salmo dijo desde el inicio (usted pasó por el lazo del cazador, por la peste destructora, pisó sobre el león y la serpiente, pasó por todo), al final no es salvo, no tiene sentido.
Curiosamente, la palabra «Salvación» en el texto original es «Yeshuah», el nombre del Señor Jesús en hebreo. Dios dice: «Le mostraré Mi “Yeshuah”, que es Jesús, Mi Hijo».
Usted llega a la conclusión de que el Señor Jesús, el Salvador, es el abrigo del Altísimo. Como Él dijo: «Si permanecéis en Mí, y Mis palabras permanecen en vosotros…», Juan 15:7. Entonces, cuando usted cierre sus ojos en esta tierra, los abrirá en el Cielo, para contemplarlo y vivir la eternidad con Él.
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