thumb do blog Renato Cardoso
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Yo no leo la Biblia todos los días

Así es, no leo. Y voy a decir por qué. Pero primero, déjeme decirle por qué yo quiero hablar sobre esto.

Justo el otro día yo aconsejé a una mujer que vino a nuestra iglesia por primera vez. Ella normalmente frecuenta otra iglesia. Vino a pedirme oración, porque ella quería sentirse más cerca de Dios. Ella sentía que estaba decepcionando a Dios. Cuando le pregunté lo qué le hacía sentir de esa manera, ella mencionó que se sentía culpable por no hacer lo que ella sabía que debería hacer como cristiana, como leer la Biblia todos los días.

Le pregunté si ella sabía que las personas de quien leemos en la Biblia no leían la Biblia todos los días. Ella me miró como si yo hubiera dicho que era un marciano. Le expliqué: “¿Usted sabía que Abraham ni siquiera tenía una Biblia? ¿Que, en verdad, ese era el caso de la mayoría de las personas en la Biblia?”

Obviamente que ella nunca había escuchado hablar o había pensado en eso. La enseñanza de «leer la Biblia todos los días» es algo reciente, que apenas surgió desde que la Biblia se tornó disponible para la mayoría de las personas en forma de libro. No me malinterprete. Yo creo que es muy bueno si usted tiene la disciplina y el tiempo para leer la Biblia todos los días. Pero lo que le ayudará al máximo no son las lecturas diarias. Es la meditación, el ejercicio de pensar sobre algo que Dios dijo, dejando aquello actuar en usted y a través de usted, cambiarle, desafiarle e incomodarle hasta que usted haga algo al respecto que le ayudará más que simplemente leer.

La Biblia dice que la fe viene por el oír la Palabra de Dios, ¿verdad? Entonces, ¿cómo Abraham se tornó el padre de la fe sin nunca haber tenido una Biblia y sin haber ido a la iglesia para oír a un predicador?

Porque él PENSABA sobre lo poco que oía de Dios. Aunque los mensajes de Dios a veces venían a él con intervalos de varios años, Abraham no olvidaba lo que él había oído de Dios.

Eso es lo que yo hago. Yo leo la Biblia. Pero yo no la leo apenas con mis ojos. Yo uso mi cerebro. Y lo que mi cerebro o mi espíritu cosecha en cada meditación, me alimenta por días hasta que yo termine de meditar en aquél pasaje y esté listo para otro.

Entonces yo puedo no leer la Biblia todos los días. Pero usted puede apostar que yo estoy pensando todo el día sobre lo que yo leí la última vez, y buscando maneras de colocar aquello en práctica en mi vida.

Y no, yo no me siento ni un poquito mal ni culpable por esto. Por el contrario. ¡Me siento muy bien, gracias!