thumb do blog Renato Cardoso
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USTED QUIERE AGRADAR A LOS DEMÁS, PERO PIENSA QUE NO – ¿CÓMO SABERLO?

Usted ya se debe haber dado cuenta de que algunas personas viven en función de agradar a otras. Ellas se preocupan mucho por lo que los demás piensan de ellas, buscan atención, quieren ser bien vistas, populares, admiradas. El Señor Jesús dijo, reprendiendo a un grupo de personas que buscaban mucho eso, que ellas eran hipócritas, que recibirían un duro juicio por forjar una apariencia de lo que no eran. Él dijo en Mateo 23, a partir del versículo 5, con respecto a los fariseos: “Antes, hacen todas sus obras para ser vistos por los hombres. Pues ensanchan sus filacterias, y extienden los flecos de sus mantos…”. Ellos coreografiaban sus actitudes y comportamientos, haciendo obras de caridad en medio de la plaza, al momento del ajetreo, para ser vistos, porque sabían que muchos pasarían por el lugar y notarían la actitud. Eso agrandaba sus egos. Jesús condenó severamente a las personas que hacían estas cosas para ser vistas por los hombres.

Para nosotros es fácil leer este texto y condenar a los fariseos, pero, en realidad, todos tienen un pequeño o gran fariseo en su interior, porque les gusta mostrarse, figurar. Les gusta que los demás vean sus supuestas cualidades, cosas que, a veces, ni siquiera existen.

Es fácil juzgar a los personajes de la Biblia. Sin embargo, todos tienen el deseo de ser bien vistos por las personas, de ser admirados o reconocidos. ¿Cuántas veces usted hizo una buena acción y se quedó esperando un “muy bien” a cambio? Las redes sociales son un excelente ejemplo, porque las personas piensan en qué publicar para ganarse likes. ¿Usted estará preocupado en agradar? ¿En ser popular y obtener la admiración de los demás?

Eso es muy malo para usted. No se hace el bien queriendo que los demás lo vean, el que es de bien no necesita hacer algo para ser visto. Simplemente lo hace. La persona que busca aprobación es insegura porque trabaja en función de agradar a los demás. Es imposible agradar a todos. Jesús no lo logró, aunque era perfecto. Es una búsqueda fútil.

Tal vez, usted ya esté acostumbrado al teatro, a las mentiras, al fingimiento. La persona deja de ser ella misma, comienza a tener dos caras, se vuelve mentirosa, falsa, fingida, porque quiere que piensen que ella es una buena persona en todo lo que hace.

Cuando alguien se profesionaliza en la mentira, empieza a creer en las propias mentiras que cuenta. ¿Cómo usted puede ayudar a una persona que está convencida de la mentira que inventó?