thumb do blog Renato Cardoso
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¿Usted mereció aquel “gracias”?

 

Si usted cumple su obligación, ¿le debo agradecer? Si usted hace lo que debería haber hecho, ¿tengo que decirle “gracias”?

Es cortés decir “gracias”. Muestra buenos modales. Ayuda en las relaciones. Promueve la buena voluntad. Pero según el Señor Jesús, cuando alguien hace lo que debería ser hecho por otra persona, o sea, cuando cumple su deber, esta persona no merece un “gracias”.

Jesús dijo: -Hagan de cuenta que uno de ustedes tiene un empleado que trabaja en el campo o cuida las ovejas. Cuando vuelve del campo, ¿acaso dirás: “Ven deprisa y siéntate a la mesa”?

¡Claro que no! Al contrario, dirás: “Prepárame la cena para mí, ponte el delantal y sírveme mientras yo como y bebo. Después puedes comer y beber.”
¿Acaso el empleado merece agradecimiento porque obedeció sus órdenes?

Así debe ser con ustedes. Después de hacer todo lo que les fue ordenado, digan: “Somos empleados que no valemos nada [inútiles] porque hicimos solamente nuestro deber.” Lucas 17.7-10 NTLH

La propia palabra “gracias” implica que usted está endeudado con la persona que le hizo un favor. Es decir, ella no necesitaba haberlo hecho, pero lo hizo. Por eso, creó una “deuda” con usted, la que usted se siente “obligado” a retribuir. Cuando la persona responde “de nada”, es como si ella estuviera absolviéndolo de la deuda, diciéndole que no espera retribución.

Por lo tanto, decir “gracias” por una cosa que la persona hizo por deber y no por favor se vuelve innecesario. Es eso lo que el Señor Jesús quiso decir anteriormente. ¿Por qué decirle “gracias” al empleado que apenas cumplió su deber?

Mi argumento aquí no es convencerlo de dejar de decir “gracias” en el curso de sus relaciones con las personas. Cuando la cuestión son las relaciones, pienso que necesitamos decir más veces “gracias” que menos.

Sin embargo, lo que todos nosotros debemos hacer es estar conscientes de que para merecer agradecimiento, necesitamos hacer más que nuestra obligación, ir más allá de lo que ya prometimos hacer, exceder las expectativas de las personas con quienes tenemos un contrato psicológico (expectativas entre dos personas, no siempre expresadas). Sin esta segunda milla, sin la sorpresa del esfuerzo extra, no merecemos un “gracias”.

Usted probablemente da y recibe decenas de “gracias” todos los días. Pero ahora sabe diferenciar entre un gracias dado por mera educación y otro dado por mérito.
¿Qué tal merecer un gracias hoy?

 

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