El ser humano es una criatura de imitación. Tenemos la facilidad, la tendencia y, a veces, la necesidad inconsciente de copiar lo que vemos a nuestro alrededor.

Por este motivo existe la moda. Alguien define, por ejemplo, que ahora la moda es usar ropa «rota», debajo de la cintura, y, si usted no se viste así, es conservador. Entonces, las masas van a las tiendas y compran ropa que hace algunos años era ropa de personas en situación de calle y hoy es ropa de celebridades.

De nada sirve decir: «Soy único, no imito a nadie». Porque, queriéndolo o no, usted copiará a alguien. Usted está programado para eso por naturaleza. Y, como debe mirar hacia algún lugar, debe decidir hacia dónde, porque es allí adonde llegará. Entonces, ¿por qué no mirar bien? Si usted admira o sigue a personas que no son los mejores ejemplos, terminará igual que ellas.

Lo vemos en la historia de Gedeón: «… Yo soy el Señor vuestro Dios, no temáis a los dioses de los amorreos, en cuya tierra habitáis, pero no habéis obedecido a Mi voz», Jueces 6:10.

La orden de Dios era para expulsar a los amorreos de allí, porque estaban en contra de lo que Dios le proponía a Israel. Ellos no hicieron eso y terminaron influenciados por los amorreos y adoptaron el culto a los dioses paganos de aquel pueblo. Dios habló y el pueblo no Lo escuchó. ¿Usted ve cómo las personas son influenciables?

Es claro que nuestro Dios es invisible y los dioses de los amorreos era de palo y piedra. Entonces, desde el punto de vista humano, eso era más atrayente, porque los podían tocar. Las personas quieren sentir. Los cultos buscan atraer a las personas con algo que apele a lo emocional.

Es triste que las personas escuchen más a la moda de este mundo que a lo que dice Dios. Por eso, como en los tiempos de Gedeón, el pueblo sufre.

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