No hay atajos para recibir las bendiciones de Dios. Cuando usted usa la computadora, sabe que algunas combinaciones de teclas agilizan las tareas, por eso, para algunas cosas de la vida quizás se logre algún éxito tomando un atajo, pero para otras es necesario recorrer el camino más largo.

Por ejemplo, de nada sirve tomar atajos en la salud o en las relaciones amorosas. Si usted quiere una relación feliz, un buen matrimonio, algo que le genere satisfacción al volver a su casa, debe construirlo. Una persona que conoce a alguien en una discoteca y enseguida va a vivir con él, está tomando un atajo. Esta persona salteó varias etapas de la relación, y es así como empiezan a surgir los problemas, porque esta persona quiso evitar el camino más largo (la amistad, esperar el momento correcto, respetar las etapas). Hay ciertas cosas que, sencillamente, no tienen atajos.

La relación con Dios es igual. La relación con Él tiene condiciones. Abarca, por ejemplo, nuestra obediencia, por eso debemos evitar lo que Le desagrada, porque nos hace mal a nosotros. Cuando usted trata de evitar un pecado, lo que Dios le dice que no haga no es por un capricho Suyo, Él quiere librarlo de las consecuencias de su propia voluntad. Nuestro deseo está en contra de nosotros.

Dios es Padre. Él quiere que haya una relación, que haya compromiso, exclusividad. Usted no puede hacer magia para atraer el favor de Dios, como lo enseñan las religiones de este mundo (agradándole a la divinidad con sus obligaciones, ella lo agraciará). Las bendiciones de Dios son consecuencias de nuestra relación con Él, de nuestra entrega a Él.

Tal vez usted se pregunte: «¿Por qué mi vida no avanza?». Quizás sea porque está negociando con Dios, o porque Lo trata como a un criado, es decir que usted está tomando un atajo. El camino más largo es el de la relación, que da trabajo. Con Dios es así: invierta en su relación, y el resto déjeselo a Él, porque Dios sabe bendecir.

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