¿Quién piensa QUE ES para que Dios deba oírlo?
¿Quien es usted entre miles de millones de seres humanos? ¿Por qué alguien debería prestarle atención o verlo? ¿Por qué Dios debería hacerlo? Millares de oraciones son hechas a cada minuto. ¿Por qué la suya debería ser respondida?
Atención. Conseguir llamar la atención. Ser visto. Todos nosotros queremos eso, pero no es fácil.
La buena noticia es que tenemos un gran ejemplo, en nuestros cuerpos, cómo exactamente eso funciona.
El cuerpo humano está compuesto de miles de partes muy diferentes, grandes y pequeñas – ojos, pies, uñas, dientes, piel, cabello, etc. Con tantas cosas sucediendo en su cuerpo al mismo tiempo, en todas sus diferentes zonas, ¿cómo una de ellas puede llamar su atención? Si una parte de su cuerpo necesita de la atención de su cabeza, ¿qué puede hacer para ser observada y atendida?
La manera más rápida y más segura, es a través del dolor.
El dolor es la señal que su cuerpo envía a su cabeza para llamar su atención. «Hay algo que sucede aquí, es mejor que preste atención a esto.»
No importa cuán pequeña y aparentemente insignificante es la parte del cuerpo – si allí hay dolor, el mensaje es enviado directamente al cerebro.
¿Quiere una prueba? Arranque un pelo de su cabeza o de su brazo. ¿Cuál es la importancia que ese simple pelo tiene en su cuerpo, comparado con el resto? No mucha. Pero aun así cuando lo arranca, la puntada que siente envía un mensaje a su cabeza y exige atención de la misma.
De la misma forma, usted puede ser apenas uno entre miles de millones de seres humanos, pero cuando actúa su fe en quien es Jesús, usted se torna parte do su cuerpo, donde Él es la cabeza. Eso en sí ya es algo grande, pero es apenas el primer paso para conseguir llamar la atención. Aun es uno entre muchos.
Ahora que usted es una parte del Cuerpo por la, tiene una conexión directa con la Cabeza. Si precisa de ayuda, la atención inmediata de la Cabeza, usted sabe lo que tiene que hacer. Tiene que enviar una señal. Esa señal es el dolor, lo que nosotros llamamos de sacrificio – algo que le causa dolor, pero que lo hace por causa de su fe en Dios.
Fe sin sacrificio, fe que no le causa inconveniente, la fe que no siente dolor está muerta. Si una parte de su cuerpo está muerta o paralizada, no siente dolor, es inútil. Puede hasta machucarla, pero la misma no envía ninguna señal al cerebro, pues está muerta. Así es la fe sin sacrificio, no dice nada, no hace nada, no significa nada y no consigue nada.
Ayuno, oración, diezmos, ofrendas, perdón, ayudar a los demás, la obediencia, la abnegación, el dominio propio, actos inesperados y osados de generosidad, además de una serie de otros deberes cristianos, no son nada más que diferentes expresiones de sacrificio.
Por más desagradable que el sacrificio pueda ser para nuestro ego y para nuestra acomodada voluntad humana, si queremos la atención de Dios, y rápido, es a través de él que enviamos la señal. No importas quienes somos, el dolor del sacrificio llamará la inmediata atención de Dios.
Lo que usted hace es lo que determina quién es, y si merece la atención.
Obs.: A propósito, el mismo principio no se aplica solo para llamar la atención de Dios, sino también de cualquier persona que para usted es muy importante. Ahí está la clave.
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