¿POR QUÉ LA PALABRA NO SE CUMPLE EN MI VIDA?
Dios nunca falla. Él siempre cumple Su Palabra. Entonces, ¿dónde está el problema?
La fe nos enseña que la Palabra de Dios es verdadera y que Dios nunca falla. Sin embargo, muchas personas se preguntan: «¿Por qué oro, leo la Biblia, voy a la iglesia, me bauticé y aun así no veo que suceda en mi vida lo que está escrito?».
El problema, por lo tanto, no está en Dios, sino en el ser humano. Así como un aparato que no funciona generalmente requiere un ajuste por parte del usuario, la Palabra de Dios también depende de nuestra acción. Si no cumplimos nuestra parte, la promesa no se manifiesta.
El ejemplo del bautismo y de la entrega sincera
En el río Jordán, Jesús fue bautizado por Juan el Bautista para cumplir las Escrituras. Al salir de las aguas, los cielos se abrieron, el Espíritu Santo descendió y una Voz declaró: «Este es Mi Hijo amado, en quien Me complazco». (Mateo 3:17). De esta manera, Él mostró el modelo perfecto: arrepentimiento genuino, bautismo en aguas y entrega total a Dios permiten que el Espíritu Santo guíe la vida del fiel.
Sin embargo, muchas personas descienden a las aguas sin transformar su propia vida. Continúan en el pecado y esperan resultados. La falla no es de Dios, sino de la falta de sinceridad de la persona. Las promesas son condicionales: quien crea y se bautice será salvo, siempre que cumpla su parte con fe y obediencia. Así, la prosperidad y la transformación no dependen de diezmos, ofrendas o cantos, sino de poner a Dios en primer lugar. Como declaró Moisés: «Si Tu Presencia no va con nosotros, no nos hagas partir de aquí». (Éxodo 33:15).
Cumpliendo tu parte para recibir las promesas
Jesús lo dejó claro: «El que crea y sea bautizado será salvo…» (Marcos 16:16). Por lo tanto, este es el primer paso para nacer de nuevo y vivir una nueva vida. Aunque existan obstáculos físicos, nada debe impedir la entrega sincera a Dios.
En resumen, el verdadero cambio ocurre cuando cumplimos nuestra parte con fe, arrepentimiento y obediencia. Así, la Palabra de Dios Se cumple, los cielos se abren y el Espíritu Santo pasa a guiarnos plenamente. Por eso, no dudes: si tú haces tu parte, Dios hará la Suya.
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