El perdón es una herramienta que debe aprender a usar para tener una convivencia más eficaz con todas las personas con las que convive.

Nosotros tenemos la célebre enseñanza del Señor Jesús cuando Pedro preguntó: «… Señor, ¿cuántas veces perdonaré a mi hermano que peque contra mí? ¿Hasta siete? Jesús le dijo: No te digo hasta siete, sino aun hasta setenta veces siete» (Mateo 18:21-22). En otras palabras, cada vez que alguien se equivoque con nosotros, debemos perdonarlo. Esto es por nuestro propio bien, porque el perdón no solo es para la otra persona, sino para nosotros también. Usted desata las ataduras del mal que la persona le hizo; deja las memorias de todo lo malo que le sucedió. ¿Qué es el resentimiento, si no ser puesto en una prisión, con una herida que nunca se cicatriza (porque el resentimiento no lo permite) y quedarse mirando esa película todo el tiempo? Eso es un castigo emocional. Lamentablemente, muchas personas están viviendo así.

Hay dos tipos de personas que nos lastimaron: las que quieren el perdón (y no quieren lastimarnos más) y las que nos lastiman y nos quieren seguir lastimando (para esas, el mejor «pago» es perdonarlas, porque nada de lo que hagan nos afectará). Es como amontonar ascuas sobre su cabeza (lea Proverbios 25:21-22). El perdón es para los fuertes.

Otro tema es que las personas piensan que el perdón es sinónimo de seguir una relación. Pero no necesariamente. En el caso de una relación amorosa, para que una pareja se recupere debe haber perdón. No puede estar el: «Te perdono, pero me lo anoto para echártelo en cara todos los días». Para que la pareja venza, es necesario dejar eso en el pasado, poner reglas y mirar hacia delante. Sin embargo, seguir con la relación no siempre es posible, aun después del perdón, principalmente si la persona está determinada a seguir lastimándolo. Este fue el consejo del apóstol Pablo para Timoteo (lea 2 Timoteo 3:5). En otras palabras, Pablo estaba diciendo: «Timoteo, hay personas que quieren hacerte daño. Apártate de ellas». A veces, debemos protegernos del mal. Sin embargo, usted no las tratará mal, no estará amargado, las perdonará.

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