Hay una historia poco conocida en la Biblia sobre una mujer cuya vida cambió por causa de una serie de acontecimientos dramáticos. Algunos dirían que fue suerte. Yo digo que ella subo usar el poder de pedir.
Nosotros no sabemos su nombre. La Biblia se refiere a ella como la “sunamita” – moradora de un lugar llamado Sunem. Ella había hospedado al profeta Eliseo en su casa muchas veces y lo atendía generosamente.

Eliseo fue avisado por Dios que el hambre estaba prestes a venir sobre la tierra de Israel. Agradecido por la bondad de la sunamita, él la aconsejó a dejar el país con su familia antes que llegara el hambre, y que se mudara para un lugar donde ella estaría segura y suplida.

Así hizo ella, y escapó del hambre.
Siete años más tarde, cuando el hambre se acabó, ella regresó a Israel. Pero al llegar allá había otra persona ocupando sus tierras. Desabrigada, la sunamita intentó todo lo que pudo para recuperar su casa otra vez, sin lograrlo. Determinada a luchar por lo que era su derecho, ella fue hasta el rey para pedir justicia.

Es allí cuando las cosas empiezan a ponerse interesantes.
Por providencia divina, mientras ella se dirigía al palacio, nació en el rey un súbito interés por saber más sobre los milagros de Eliseo. Mandó a llamar el asistente del profeta, un joven llamado Geazi, que empezó a contarle al rey sobre todos los milagros que Eliseo había realizado – incluso como había resucitado al hijo de la sunamita de los muertos. Cuando la mujer entró, sin saber de la conversación, Geazi dijo al rey: “Ésta es la mujer y éste es su hijo, al cual Eliseo revivió.”

Maravillado, el rey designó a ella un oficial para garantizar que no tuviera solamente su propiedad de regreso, ¡sino que también le fuesen dados todas las ganancias que su campo había producido en los últimos siete años!

¿Suerte? Pienso que no.

Creo que la decisión de la sunamita de seguir pidiendo hasta lograr lo que quería fue lo que la puso en el lugar correcto en la hora cierta.
Pida más, alcance más. Es el poder de pedir.