Todos conocen la vieja frase: «El infierno está lleno de buenas intenciones». Esta frase muestra la diferencia que hay entre la intención y la acción de las personas. No siempre las acciones están alineadas a las intenciones. La persona puede tener buenas intenciones, pero hacer algo que las contradiga. «Mi intención fue la mejor. Solo quise ayudar», dijo.

A veces usted debe juzgar por las acciones. Usted es lo que hace. Hay personas que son buenas en hacer eso (solo que con los demás). Como no logran ver cuál es la intención de alguien, juzgan la acción. Y eso muestra que son buenas para señalar los errores ajenos, pero tienen un juicio un poco desigual sobre sí mismas. Sin embargo, cuando una persona va al tribunal, es juzgada por sus acciones, hechos, pruebas, no por sus intenciones.

Como el apóstol Pablo observó:«Porque no hago el bien que quiero, sino el mal que no quiero, eso hago», Romanos 7:19. Él se refería a ese conflicto entre las acciones y las intenciones. Nuestra guerra es exactamente alinear esas dos: poner las intenciones en el lugar correcto y seguirlas con las acciones correspondientes. Por ejemplo, si usted ama a su esposa, no hará lo que siente, sino lo que corresponde al amor. Es como el marido que ya está en la cama y se levanta para agarrar el vaso de agua que la esposa le pidió. Él no siente ganas, pero lo hace.

Es lo mismo con respecto a Dios. Porque la Biblia dice que el propio diablo cree en Dios (Santiago 2:19). Y eso es un caso extremo entre lo que un ser tiene dentro de sí y lo que exterioriza con las actitudes. Hay personas también que, así como los demonios, dicen que creen en Dios con las intenciones (se convencen de que su fe es real), pero, cuando observamos sus actitudes, podemos ver que eso no coincide con lo que dicen.

Entonces, analice sus intenciones en primer lugar. ¿Lo que desea es bueno y correcto? Después, verifique sus acciones (si están alineadas a esas buenas intenciones). Corrija ese proceder y su vida será más exitosa. Puede ver el mensaje completo en el video.