Si usted vive su vida intentando probarles a los que no creen que están equivocados, cometerá dos errores. Primero, desperdiciará su tiempo.

Entienda que no es su trabajo convencer a quien no cree. Creer o no creer es una elección que revela lo que está dentro de cada uno. Es por eso que los maliciosos, miedosos, deshonestos, pesimistas, perversos y otros con adjetivos negativos suelen no creer. Y es por eso también que los sinceros, optimistas, las personas de bien, los íntegros, suelen creer. Note eso. Creer o no es fruto de lo que está dentro de usted.

Por eso es en vano intentar cambiar la opinión de quien está más apegado a la opinión que a la razón. Hay personas que necesitan criticar para sentirse mejor sobre sus sentimientos negativos. Es como si la crítica validara su manera negativa de ser.

El segundo error es porque mientras usted se preocupa por los que no creen, deja de hacer su mejor trabajo para los que creen. Son los que creen los que merecen su atención. Son ellos los que lo apoyan, lo aplauden, lo alientan y reconocen el valor de su trabajo. Son ellos lo que le piden más. Hónrelos.

En vez de guardar una lista en su corazón con los nombres de quien lo atacó, lo criticó, lo despreció, lo ridiculizó y se rió de usted, recuerde a sus fans, a quienes hinchan por usted.

El peor sentimiento no es el odio, sino la indiferencia. Cuando usted está creando algo que importa, que toca vidas, que osa más allá de lo común, será odiado por algunos, atacado por otros. No se preocupe por eso. Preocúpese si nadie reacciona, de una forma u otra – pues eso significa que usted está creando nada con nada.

Los que lo aprecian y aman su trabajo son sus mejores defensores. Sus vidas transformadas son la mejor esperanza para los que no creen.

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