INJUSTICIA: POR QUÉ DIOS NOS MANDA A SUFRIR EL DAÑO
Dios permite que suframos injusticias porque es justamente allí donde probamos en quién confiamos realmente: en la justicia de los hombres, en la nuestra propia o en la de Él
Hay una decisión esencial que todos necesitamos tomar en la vida — y cuanto antes la tomemos, mejor. Esa elección define nuestra paz, nuestra dirección y la manera en que reaccionamos ante las injusticias del mundo.
Si postergas esa decisión, enfrentarás sufrimiento, angustia, ansiedad y resentimiento. Pero si actúas ahora, encontrarás tranquilidad y equilibrio. ¿Y cuál es esa decisión? Decidir en qué justicia crees realmente: en la justicia de Dios, en la justicia de los hombres o en tu propia justicia.
Creer en la justicia de Dios es un acto de fe
Quien cree en Dios, naturalmente, debería confiar en Su justicia. Sin embargo, en la práctica, muchos cristianos han dejado de hacerlo. A pesar de que la Biblia afirma que “Dios es Juez Justo” (Salmos 7:11) y que “Mía es la venganza, dice el Señor” (Romanos 12:19), cada vez vemos más personas que buscan la justicia humana — falible, corruptible y limitada.
La Palabra de Dios nos enseña: “No seas vencido por el mal, sino vence con el bien el mal” (Romanos 12:21). No obstante, muchos ignoran este principio y prefieren luchar por su cuenta. Esa actitud revela falta de fe en la justicia divina.
La justicia humana es necesaria, pero limitada
Sí, los jueces y las leyes son necesarios. La Biblia muestra que el pueblo de Israel debía establecer jueces íntegros para juzgar con imparcialidad (Deuteronomio 1:9-17). Pero sabemos que, en la práctica, eso no siempre ocurre.
La justicia humana sirve para tratar cuestiones sociales y civiles, especialmente porque no todos creen en Dios. Pero entre aquellos que tienen fe, el criterio debe ser otro: la confianza en la justicia del Padre.
El llamado de Pablo: sufrir el daño es un acto de fe
El apóstol Pablo reprendió a los cristianos de Corinto por recurrir a los tribunales seculares. Él escribió:
… sino que hermano contra hermano litiga, y esto ante incrédulos? Así que, en efecto, es ya un fallo entre vosotros el hecho de que tengáis litigios entre vosotros. ¿Por qué no sufrís mejor la injusticia? ¿Por qué no ser mejor defraudados? Por el contrario, vosotros mismos cometéis injusticias y defraudáis, y esto a los hermanos. (1 Corintios 6:6-8)
Es decir, Pablo dice que es absurdo que dos supuestos hermanos, que tienen al mismo Padre, necesiten ir ante un juez incrédulo — que no cree en Dios — para resolver sus causas.
Pablo nos invita a actuar como verdaderos seguidores de Jesús: soportar la injusticia con fe, confiando en que Dios hará justicia en el momento adecuado.
La enseñanza de Jesús: romper el ciclo de la injusticia
En el Sermón del Monte, Jesús enseñó:
Habéis oído que se dijo: «Ojo por ojo y diente por diente». Pero Yo os digo: no resistáis al que es malo; antes bien, a cualquiera que te abofetee en la mejilla derecha, vuélvele también la otra. Y al que quiera ponerte pleito y quitarte la túnica, déjale también la capa. Y cualquiera que te obligue a ir una milla, ve con él dos. (Mateo 5:38-41)
Estas palabras no expresan debilidad, sino fortaleza espiritual. Sufrir el daño es romper el ciclo del mal. Cuando respondemos al mal con el bien, demostramos verdadera fe.
Dios usa las injusticias para manifestar Su justicia. Basta mirar a los héroes de la fe: Abraham enfrentó la infertilidad de Sara; el pueblo de Israel sufrió en Egipto; y, aun así, Dios transformó cada dolor en victoria.
Sufrir injusticia puede ser agradable a Dios
Pedro escribió:
“Porque esto halla gracia, si por causa de la conciencia ante Dios, alguno sobrelleva penalidades sufriendo injustamente”. (1 Pedro 2:19)
Cuando soportas el sufrimiento con conciencia y fe, demuestras que confías en Dios por encima de todo. Eso agrada al Señor, pues abre espacio para que Él actúe.
Pero cuando tomas la justicia en tus propias manos, le estás diciendo a Dios: “No necesito Tu justicia.” Y en ese momento, cierras las puertas a Su obrar.
La decisión final: ¿justicia de Dios o justicia propia?
Al final, todo se resume en una elección: o confías en la justicia de Dios y esperas en Él, o sigues tu propia justicia — que es falible e imperfecta.
Creer en la justicia divina es tragarse el orgullo, dar la otra mejilla y caminar la segunda milla. Es un sacrificio, sí, pero un sacrificio agradable a Dios.
Entonces, reflexiona: ¿realmente crees en la justicia de Dios? ¿O aún confías en la justicia de los hombres — o en la tuya propia?
La decisión es tuya. Y cuanto antes la tomes, más paz y dirección tendrás en tu vida.
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