No debemos leer la Palabra de Dios de manera selectiva, considerar solo las partes que nos motivan, incentivan y transmiten un mensaje positivo. En su contenido general, toda la Palabra de Dios es positiva, pero también tiene palabras muy duras, que nos confrontan, desafían, señalan nuestros errores y nos convocan al cambio. No solo está: «El Señor es mi pastor; nada me faltará», Salmos 23:1. También está: «… cualquiera que te hiera en la mejilla derecha, vuélvele también la otra…», Mateo 5:39, por ejemplo.

Es decir, la Palabra de Dios no está hecha solo de versículos lindos para que sean estampados en camisetas, parachoques o cuadros de pared.

Leer la Biblia de manera selectiva nos llevará a equivocarnos, a considerar las cosas que son importantes, pero a olvidarnos de las que son aún más importantes.

Actualmente, hay cristianos de Instagram. Son los que leen un versículo lindo y lo publican en su cuenta. No estoy en contra de eso, yo ya hice lo mismo. Sin embargo, me refiero a los que se olvidan de practicar lo que publican y desconsideran las demás cosas tan o más importantes de la Palabra de Dios.

La Palabra de Dios no existe aisladamente, es parte de un todo, es parte de un carácter, de un principio, de un objetivo, de un espíritu. No podemos ser selectivos con ella.

Cuando usted entiende que la Palabra de Dios no tiene solo versículos motivacionales, sino que también los que nos confrontan, entenderá que la Palabra de Dios es un libro que nos causa disconformidad, que nos causa muchas veces el dolor del cambio. Porque el cambio produce dolor. Y, si realmente quiere agradar a Dios, tendrá que enfrentar esos versículos difíciles, porque son para nuestro bien, nuestro cambio, nuestra transformación.

Cuando aprende a abrazar la Palabra de Dios en su totalidad, incluso las partes que le producen dolor, dificultad, es porque está llegando a un buen destino en su caminata espiritual.