thumb do blog Renato Cardoso
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ESTA PERSONA ABRIÓ LA BOCA Y…

El lenguaje de quien es de la fe es diferente del lenguaje del que no lo es. La persona que no vive por la fe dice cosas tontas y sin provecho. Conversa sobre cosas sin sentido, se alimenta de las noticias y se llena de preocupaciones. Se queja del clima, del tránsito, de la empresa, del jefe, y su manera de hablar está marcada por malas palabras, acusaciones e insultos, porque en su interior hay rabia. También está marcada por el materialismo. La persona exalta la importancia de las cosas y es consumista. Ella es invadida por sentimientos malignos y todo eso es desechado por su boca.

Jesús dijo: «… Porque de la abundancia del corazón habla la boca», Mateo 12:34. Las palabras son pensamientos materializados. Mientras son solo pensamientos, es más fácil cambiarlos, pero cuando los decimos, se vuelven algo material, algo sobre lo que deberemos tomar una actitud al respecto. Por eso, cuídese y no diga cosas que lo destruirán a usted o al que lo escucha. La persona que vive por la fe en Dios, naturalmente, tiene sus pensamientos ocupados por Él y por Su Palabra. El lenguaje del que es de la fe está marcado por una pauta que viene de lo Alto. Esa persona solo habla si es para mejorar el silencio y busca no hablar de más ni decir tonterías. Es selectiva, porque sabe que no hay palabras sin efecto, y les transmite a los demás fe, esperanza y seguridad.

Vea el ejemplo del lenguaje del que es de la fe: cuando Abraham llevó a Isaac al Monte Moriah para sacrificarlo a Dios, el niño le preguntó a su padre sobre el cordero del sacrificio y él le respondió que Dios lo proveería, aun sabiendo que el cordero era su hijo. Cuando llegaron al monte, Abraham les dijo a sus siervos que esperaran, porque ellos adorarían a Dios y luego regresarían. Él estaba seguro de que ambos volverían. Otro ejemplo: cuando Jesús fue a la casa de Jairo, todos estaban llorando a causa de su hija que había fallecido, pero Jesús dijo: «Ella duerme».

Por lo tanto, si usted es de la fe, observe sus palabras, la manera en la que habla e incluso lo que no dice, porque las palabras son el reflejo del espíritu que habita en usted.