thumb do blog Renato Cardoso
thumb do blog Renato Cardoso

El muro y el fuego (2)

Imagem de capa - El muro y el fuego (2)

(Lea el inicio de la historia aquí)

Del otro lado del muro, como inmigrante ilegal, lo único que Alfredo consiguió de empleo fue cosechar en las haciendas de tomate de California.  Sus manos heridas en el final del día recibían algunos dólares que le permitían comer y rentar un tráiler viejo para dormir.  Pero no se olvidó de las palabras de su padre, el inmigrante economizaba todo lo que podía para pagar la escuela donde estudiaba de noche.

Como Alfredo no hablaba ni escribía bien en inglés, se dedicó a la matemática y a la ciencia, ya que estas no requerían de mucho escribir como otras materias.  Intrigados con la dedicación del joven, sus amigos se burlaban de él y le decían: “Hombre, ¿para qué estudias?  Tú nunca vas a ser nada sino un inmigrante ilegal.  Guarda tu dinero.”

Aquellas palabras hicieron que naciera un fuego dentro de Alfredo. En sus propias palabras:

“A veces yo lloraba y me preguntaba, ¿Qué estoy haciendo aquí?  Pero las voces de aquellos que me decían que era imposible, que yo nunca iba a ser nada, me hacían ser más y más determinado, como si un fuego quemara adentro de mi pecho.  Yo decidí ser el mejor en todo que hacía, y trabajar más duro que todos a mi alrededor”.  

El año era 1988.

Por su dedicación a sus estudios, Alfredo ganó una beca en la Universidad de Berkeley en California, y de allí fue para la Escuela de Medicina de Harvard, una de las universidades más prestigiosas del mundo.

Hoy, en 2011, a los 42 años, Alfredo – o mejor dicho, el Dr. Alfredo Quiñones-Hinojosa es uno de los cirujanos más respetados del mundo.  Trabaja en el Hospital John Hopkins, en Baltimore, estado de Maryland en los Estados Unidos, donde, además de cuidar de sus pacientes, comanda un equipo que estudia y busca la cura para el cáncer en el cerebro.

Casado, realizado en lo que hace, feliz, hoy ciudadano americano y muy próspero, el Dr. Alfredo dice que aquel fuego que nació dentro de él cuando le decían que él nunca iba a ser nada, aún quema.

Yo no tengo miedo del fracaso.  Pienso que el miedo es bueno, porque te hace trabajar como nunca para evitar lo que te asusta.  Si yo no consigo la cura para el cáncer, no importa.  Pero yo creo que si yo doy lo mejor de mí en el trabajo que hago, lo que hago me devolverá también el mejor resultado.

Si Alfredo hubiera vivido en la época de Gedeón, él sería uno de los 300.

El primero es que siempre existe un muro que nos separa de aquello que queremos.  Puede ser el lugar donde nacimos, la familia que tuvimos (o no tenemos), la falta de oportunidad, la pereza para luchar, etc.  Cada obstáculo es como un ladrillo encima del otro, que hace que ese muro parezca insuperable.

El segundo hecho es que siempre habrá personas que intentarán echar baldes de agua fría en nuestros sueños.  Eso es un hecho.  Usted debe estar rodeado de personas así en este exacto momento.  ¡Cuidado con ellas!

Para ser un vencedor, usted tiene que aprender a brincar sobre los muros de la vida y no dejar que nadie apague el fuego de vencedor que hay en usted.

Mire hacia adelante. Allá esta el muro. Mire dentro de usted. Allí está el fuego.

¿Qué hará usted?