ÉL ME AYUDÓ, PERO NO ES MÁS PASTOR (cómo reaccioné cuando lo supe)
El pastor que me predicó la Palabra no es más pastor. Hace 36 años, escuché el Evangelio por primera vez y mi pastor era un joven de 20 años. Yo tenía 14 años. Dios lo usó de tal manera que abrió mis ojos y vi la necesidad de mi Salvación. A través de su prédica, recibí el Espíritu Santo y fue él quien me levantó como obrero. Después de un tiempo, escuché la triste noticia de que él ya no era pastor. Hubo un problema, que hasta ahora no sé cuál fue, ni quiero saber, porque aprendí que no debemos descubrir “la desnudez” del hombre de Dios. Prefiero recordarlo como alguien que me predicó la Palabra. De esta experiencia, me quedó la lección que guardo hace casi 36 años después: el Mensaje siempre fue, es y será mayor que el mensajero. Guarde eso en su interior.
Muchas personas incautas asocian la grandeza de la Palabra de Dios con el mensajero y no con el Autor del Mensaje. Por eso, es natural que usted le esté agradecido a la persona que Dios usó para anunciarle el Evangelio, así como yo estimo y le tengo cariño a la persona que Dios usó para eso.
El fiel mensajero de la Palabra siempre dirigirá la atención de sus oyentes al Autor del Mensaje y no a él mismo. El mensajero les enseña a las personas a mirar hacia el Autor del Mensaje, porque solo en Él hay perfección. El verdadero hombre de Dios no se promociona, no busca fans, simpatizantes y seguidores para sí mismo. Y el que cree en la Palabra de Dios se apoya en ella, no en las personas que predican.
Vivimos en un mundo en el que sus palabras y sus actitudes no coinciden, un mundo de apariencia. Sin embargo, cuando el mensajero hace su trabajo de manera fiel, si él es un hombre de Dios de verdad, vivirá de acuerdo con el Mensaje que está predicando. El Señor Jesús dijo: “Mas el que persevere hasta el fin, éste será salvo.” La gloria del mensajero de Dios es mantenerse en la práctica de la Palabra de Dios que predica hasta el final de su jornada. La prueba de su fe está en su fidelidad, en la lealtad a ese Mensaje. Los milagros son el resultado de la fe de las personas que creyeron en la Palabra de Dios, no de la fe del mensajero. Gracias a Dios por los mensajeros, pero debemos ser mucho más agradecidos y fieles a ese Mensaje.
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