El amor inteligente sabe comunicar
Usted está cansada. Tuvo un día estresante en el trabajo. Su marido fue a buscarla. En el camino de vuelta había un tránsito espantoso. Más de una hora en el auto. Parar, avanzar cinco metros, parar de nuevo. Las calles son de tipo queso gruyere. El amortiguador del auto, cansado, no ayuda. Al llegar a casa usted ya siente dolor de cabeza.
Usted salió del auto con ese mal humor y le dijo a su marido: “Si supieses manejar, ahora yo no tendría este dolor en el cuello y en la cabeza.”
Él no sabe ni qué responder. La patada lo dejó sin aire. La herradura fue a parar al otro lado del garaje. El resto de la noche, por supuesto, ya se arruinó.
Ok, vamos a ponernos de acuerdo: Todo el mundo tiene derecho a un mal día. Pero eso no quiere decir que usted tenga el derecho de arruinar el día de los demás, que estaba bueno hasta que usted abrió la boca sin pensar.
El amor inteligente no es así. Piensa primero. En la situación anterior, pensaría en su objetivo: “¡Ah, si yo lograra hacer que mi marido maneje un poco más suavemente, especialmente en un tránsito malo como este!”
En seguida le diría al marido: “Ah, amor, gracias por manejar en medio de este tránsito, no sé que hubiera sido de mí hoy si no me hubieras venido a buscar. ¿Puedo pedirte una cosa? No es tu culpa, las calles no ayudan, el tránsito es de locos y el auto tampoco es de lujo, pero…Me gustaría tanto si pudieras manejar más suavemente, para no empeorar mi dolor de cabeza…”
Chances de lograr el objetivo: 99% (o 1% en el caso de que él también tenga “uno de esos días”)
El amor inteligente primero piensa en el objetivo y solamente después abre la boca.
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