¿Debo dejar a mi marido/esposa? (2)
Lea la primera parte de este post aquí…
Desistir de un matrimonio es la última opción, después de varios intentos sinceros de salvarlo. Pero a veces es la única salida.
Quiero subrayar nuevamente que a pesar de esta orientación, la decisión de continuar o no con su matrimonio es exclusivamente suya. Oriéntese, infórmese, considere, sí, pero al fin de cuentas la decisión es solamente suya, pues es usted quien tendrá que vivir con ella después.
Hable anteriormente sobre lo que usted debe considerar y hacer antes de pensar en desistir de su matrimonio. Por lo tanto el consejo que sigue es sólo para las personas que ya siguieron aquellos pasos. He visto miles de personas salvar su matrimonio y llegar a vivir felices después de seguir nuestros consejos. Por lo tanto, no piense enseguida que su matrimonio no tiene más remedio y que la única solución es el divorcio.
Muchas veces cuando estamos en los peores momentos de la relación, con las emociones a flor de piel, el pensamiento de desistir es muy fuerte. Pero casi nunca es la solución correcta. Acuérdese también que muchas veces usted piensa en desistir más como una solución para el dolor emocional que está sintiendo que como una solución permanente propiamente dicha.
Huir del problema no le enseña nada para la próxima relación – a no ser a huir nuevamente cuando los nuevos problemas vengan. Por lo tanto, la decisión de dejar a su cónyuge no puede ser emocional, sino racional– y por eso nunca debe ser tomada al calor de las emociones.
Muchas citan las palabras de Jesús “Lo que Dios unió, no separe el hombre” para decir que el divorcio nunca es una opción porque desagrada a Dios. Esté seguro de una cosa: todo divorcio desagrada a Dios. No tenga duda. Sin embargo, el propio Dios permitió el divorcio en casos de traición. No porque Él quiso así, sino porque Él no desea imponer sobre la persona traicionada vergüenza y dolor aun mayores. Por lo tanto, si el traicionado quiere divorciarse, Él lo permite.
Considere también la primera parte de este versículo: “Lo que Dios unió, el hombre no separe.” Lo que Dios unió no debe ser separado por el hombre. Yo creo en eso. Ahora le pregunto: ¿Usted cree que todo matrimonio sucede porque Dios unió a aquellas dos personas?
Yo no. De ninguna manera. Me atrevo incluso a decir que muchos, muchos matrimonios no son hechos por Dios. Las personas se casan por los motivos más banales: para salir de la casa de los padres, para hacerse cargo de un embarazo inesperado, para competir con amigos y parientes que ya se casaron, para agradar(o desagradar) a los padres, para tener un compañero de sexo, para tener hijos, para estar bien financieramente…y muchas otras razones. No me diga que es Dios que une a esas personas.
Por lo tanto, hay parejas que nunca deberían haberse unido. No fue la voluntad de Dios. Es muy cierto que si ellos se volvieran para el Autor del matrimonio, Él podría arreglar el error y convertirlo en acierto. Eso sucede y mucho. Basta que los involucrados quieran.
Pero, ¿y cuándo uno no quiere? ¿El otro debe sufrir la vida entera?
No, Dios no impone este dolor sobre nadie. Por lo tanto, según mi fe, que no impongo a nadie, digo que si yo estuviese en un matrimonio infernal, luchando con todas mis fuerzas por una persona que no me quiere ni a mí, ni a Dios, ni a nuestro matrimonio, yo no dudaría en dejarla y partir para otra. Repito, intentaría de todo primero. Haría mi parte. Buscaría en Dios. Pero si durante un buen tiempo yo no viese mejoras, desharía mi matrimonio equivocado.
Claro que esta decisión viene cargada de otras consideraciones: la edad los hijos, la fe personal, lo que ya fue intentado, si yo ya corregí mis errores de comportamiento, si la otra persona sinceramente quiere arreglar el matrimonio, condiciones financieras, el futuro, y otras más, dependiendo de la situación de cada uno. Entonces usted tiene que considerar todo eso y usar su fe aliada a su inteligencia para decidir.
Al fin de cuentas, la pregunta que usted tiene que hacerse es esta: ¿Cuál es mi fe? ¿Qué creo yo?
Si su fe le dice con toda seguridad que usted debe continuar y luchar por su matrimonio, entonces vaya adelante. Si su fe le dice, con toda buena conciencia, que usted ya dio todo lo que tenía que dar y llegó la hora de salir de ese infierno, entonces vaya en su fe.
De una o de otra forma, es esta fe que lo sustentará en los días que están por venir, después de su decisión.
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