Cierta vez, un hombre buscó a Jesús y Le pidió: «… Maestro, dile a mi hermano que divida la herencia conmigo», Lucas 12:13. El pedido parecía justo, después de todo, él también tenía derecho. Sin embargo, la Biblia no revela los detalles de esa discusión familiar.

Pero Jesús le respondió de manera sorprendente: «… ¡Hombre! ¿Quién Me ha puesto por juez o árbitro sobre vosotros?», Lucas 12:14. Con esa respuesta, Jesús no estaba siendo indiferente. Al contrario, Él quería abordar algo mucho más profundo: la raíz de la codicia y del apego al dinero.

La vida no está hecha de dinero

Jesús aprovechó la ocasión para enseñarles a todos lo que estaban a Su alrededor: «… Estad atentos y guardaos de toda forma de avaricia; porque aun cuando alguien tenga abundancia, su vida no consiste en sus bienes», Lucas 12:15. En otras palabras, Él advirtió sobre la codicia y la obsesión sobre los bienes materiales.

Esta enseñanza enfrenta directamente lo que muchos aprenden desde niños, incentivados por sus propios padres: estudiar, trabajar y ganar mucho dinero como sinónimos de éxito y felicidad.

El peligro de la obsesión por el dinero

El dinero no es malo por sí mismo, sino que la obsesión por este puede ser destructiva. Conozco la historia de un joven que creció bajo la presión del padre para ser rico y exitoso. Para impresionar al padre, él entró en esquemas ilícitos y acumuló mucho dinero rápidamente.

Cuando todo salió a la luz, él perdió la reputación, la confianza de la familia y cayó en una profunda depresión. Su identidad estaba vinculada exclusivamente al dinero y, cuando lo perdió, también perdió la razón de vivir.

El dinero no garantiza la felicidad

Jesús no predicaba contra la riqueza, sino que alertaba sobre los peligros de transformar el dinero en un dios. Cuanto más alguien tiene, más quiere. Esa búsqueda desenfrenada puede llevar a las personas a perder sus valores, su familia, su reputación e incluso su propia alma.

Él dijo claramente: «Nadie puede servir a dos señores…», Mateo 6:24. Usted necesita decidir quién es el señor de su vida: Dios o el dinero (Mamón). Si pone al dinero como señor, podrá perder todo, incluso su alma.

Lo que realmente importa

Al final de la vida, el dinero no compra la Salvación ni garantiza la paz eterna. Usted puede tener riqueza y confort, pero, aun así, estar vacío espiritualmente. Jesús dejó claro: Cuidado con esa búsqueda desenfrenada por dinero, porque su alma vale mucho más.

Elija a Dios como su señor y ponga el dinero en su debido lugar: como siervo, ¡no como maestro!

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