Comenzando a aprender
Jesús inició Su primer y más largo sermón así:
Bienaventurados los pobres en espíritu, porque de ellos es el reino de los cielos. Mateo 5:3
Con tantas cosas para hablar, con tanto para enseñar, Dios-en-forma-de-persona comenzó declarando que los pobres (humildes) de espíritu son muy bendecidos y poseen el reino de los cielos.
¿Cómo así?
Ser humilde, obviamente, no tiene nada que ver con tener poco dinero. Ser humilde de espíritu significa reconocer nuestra miseria espiritual sin Dios. Es tener el orgullo quebrantado. Es tener conciencia de que nada sabemos y de que estamos completamente perdidos sin Él.
Si lo pensamos bien, esta enseñanza tiene mucho sentido. ¿Cómo puede una persona buscar la riqueza del aprendizaje si no es humilde para reconocer que necesita aprender? ¿Cómo puede alguien aceptar una enseñanza nueva si no hay humildad genuina para admitir que no lo sabe o que cometió un error?
Las primeras palabras de Su sermón destacaban lo siguiente: si no somos humildes de espíritu, jamás entenderemos lo que Él tiene para decirnos.
Humildad. Es así que se comienza a aprender.
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