thumb do blog Renato Cardoso
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AH... ¡LA ANSIEDAD!

Todo ser humano ya experimentó la ansiedad… Es algo involuntario, que surge con las noticias que vemos y escuchamos, y que activan la preocupación dentro de nosotros

«… echando toda vuestra ansiedad sobre Él, porque Él tiene cuidado de vosotros». 1 Pedro 5:7

¿Quién nunca sintió ansiedad? El corazón se acelera, la mente se agita, se siente un nudo en el estómago y una sensación de desesperanza. Para algunos, los síntomas son aún más intensos: crisis, desmayos, arrebatos.

Se reconoce a la ansiedad como un trastorno que afecta a millones de personas en el mundo. Pero la Biblia también habla al respecto — y ofrece respuestas prácticas y espirituales.

¿Qué alimenta la ansiedad?

La mayoría de las veces nace de lo que vemos y escuchamos. Malas noticias, mensajes negativos, informaciones alarmantes — todo eso alimenta el miedo y la inseguridad. Además, los medios de comunicación y las redes sociales intensifican ese ciclo. Las noticias malas venden más porque provocan reacciones fuertes y controlan las emociones.

Basta observar que una mala noticia puede vaciar supermercados, derrumbar la bolsa de valores o causar pánico generalizado. Estas tocan directamente los sentimientos de las personas.

Por eso, vigile lo que deja entrar a sus oídos y a sus ojos. Evite consumir contenidos que solo le produzcan temor, porque gran parte de las noticias que producen ansiedad ni siquiera se concretan.

La enseñanza de Jesús sobre la ansiedad

Jesús dedicó buena parte de Mateo 6 a hablar sobre la ansiedad. Él citó preocupaciones cotidianas — como qué comer, vestir, beber y comprar. E hizo una pregunta crucial: «¿Quién de ustedes puede añadirle una hora a su vida por estar ansioso?».

La respuesta es clara: la ansiedad no resuelve nada. Al contrario, solo estorba. Esta no produce resultados, solo desgaste. Entonces, ¿por qué mantener algo que solo hace mal?
Si quiere que algo suceda pronto, sepa que la ansiedad puede atrasar lo que desea. Es contraproducente. Por lo tanto, no vale la pena alimentar ese sentimiento.

¿Cómo lanzar su ansiedad sobre Dios?

La Biblia nos ofrece un camino: «Echen toda vuestra ansiedad sobre Él». Pero ¿cómo hacer esto en la práctica?

La respuesta está en la oración. La oración es el canal por donde le transfiere su ansiedad a Dios. En cualquier lugar — en la habitación, en el auto, en el trabajo — hable con Él. Abra su corazón, cuéntele exactamente lo que siente, sin filtro.

Dígale a Dios: «Acabo de recibir una mala noticia y tengo miedo. No sé qué hacer, pero entrego mis pensamientos, mis sentimientos y mi futuro en Tus manos».

Sin embargo, esa entrega debe ser sincera. Dios está listo para escuchar, amparar y cuidar. Su corazón no es un lugar para albergar ansiedad — sino para ser habitado por la paz de Dios.

La oración constante combate la ansiedad

En los días difíciles, ore varias veces. Separe momentos específicos para hablar con Dios y, entre esos momentos, mantenga la oración mental activa. Cada vez que un pensamiento ansioso surja, diga: «Señor, está en Tus manos, confío en Ti».

Este ejercicio diario fortalece la fe y calma el alma. La promesa bíblica es clara: Dios cuida de usted.

Él cuida de usted — confíe de verdad

Jesús nos recuerda que Dios cuida a los pájaros y a las flores, aunque ellos no hagan nada por eso. Si Él cuida lo que es pasajero, cuánto más lo cuidará a usted, Su hijo amado, por quien dio Su vida (Mateo 6:26-30).

Confíe en Dios como confía en un médico, en un banco o en una aplicación. Usted toma remedios sin cuestionar el prospecto, cree en el número que hay en su cuenta sin ver el dinero físico, entonces, ¿por qué no confiar en la Palabra de Dios — que es infalible?

Haga su parte y descanse en el Señor

Después de entregar su ansiedad a Dios, pregúntese: «Señor, ¿debo hacer algo?». Si la respuesta es sí, Él le mostrará. Si la respuesta es no, descanse.

Entregue la situación por completo. Confíe en el carácter de Dios; Él es fiel. Y, cuando todo pase, mirará hacia atrás y verá que: Dios lo cuidó una vez más.

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Colaborador

Obispo Renato Cardoso