A mucha gente no le gusta trabajar. Odia el esfuerzo. ¿Se acuerda de aquellos compañeros de la escuela que se quejaban? “¿Por qué tengo que estudiar? ¿Por qué tengo que ir a la escuela? Si esto nunca lo vamos a usar…” Si usted era aquel compañero, discúlpeme. Mejor dicho, no me disculpe, porque usted entiende todavía mejor de lo que estoy hablando. Pues bien.

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Hay gente que huye del trabajo.
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Esas mismas personas son aquellas que quieren ser ricas, alcanzar sus sueños, tener una buena vida, pero no están dispuestas a pagar el precio. Allí nacen las ilusiones como jugar a la lotería, esperar por un gobernante mesiánico que llegue a salvarlas, orar a Dios para que Él haga lo que ellas tengan que hacer, culpar a los otros por sus fracasos. Y la vida nunca cambia.
Como esas personas genuinamente creen que es posible tener mucho haciendo poco, a veces salen por ahí anunciando y vendiendo ideas baratas para los mediocres. “Gane dinero fácil.” “Pierda peso sin hacer dieta.” “Hágase rico trabajando en las horas libres.” “Jesús te ama, no es necesario sacrificar.” Esté atento.

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Lo que esas personas quieren es que usted sea como ellas – derrotadas.
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Si usted realmente quiere cambiar de vida, entienda que no se conquista mucho haciendo poco. O abraza las luchas con garra y sed de victoria, o acepta de una vez su situación de derrotado.

Cualquiera que lamiere las aguas con su lengua como lame el perro, a aquél pondrás aparte; asimismo a cualquiera que se doblare sobre sus rodillas para beber. Jueces 7:5