Los lugares que frecuentamos
Señor, Dios de los ejércitos, oye mi oración; ¡escucha, Dios de Jacob!… Mejor es un día en tus atrios que mil fuera de ellos. Escogería antes estar a la puerta de la casa de mi Dios que habitar donde reside la maldad. Salmo 84: 8-10
Un día en la casa de Dios vale más que mil días en otro lugar. Tal es la fuerza, el poder, el beneficio de estar con Dios y andar en su presencia.
Los lugares que frecuentamos definen quienes nos tornamos y nuestra cualidad de vida. Quien frecuenta la casa de Dios redime el tiempo, pues en Su casa un día vale más que mil. ¡Mil días son casi tres años! Cuando estamos en la casa de Dios, tenemos una perspectiva nueva de todos los otros lugares que frecuentamos. El que es asiduo en la casa de Dios se torna mejor en todos los otros lugares – mejor funcionario, mejor esposo, mejor hijo, mejor en los negocios, mejor en la escuela, etc. (a no ser, claro, que la persona esté en la iglesia de cuerpo presente pero con su cabeza en otro lugar… ahí no funciona.)
La verdad es que el diablo quiere que usted frecuente ciertos lugares y otros no. Él sabe el cuanto el ambiente es capaz de influenciar su comportamiento.
David, a su vez, sabía el valor de estar en la casa de Dios. Él prefería quedar a la puerta de la casa de Dios (si no era posible entrar) que estar donde reside la perversidad, con toda la comodidad.
Él aprendió esa lección de la manera más dura. Un día él atendió a sus sentimientos, a su carne, y decidió quedarse en casa – cuando el lugar correcto que él debería estar era en la batalla. El resultado de aquella decisión emocional tuvo consecuencias desastrosas para David, por el resto de su vida.
¿Cuáles son los lugares que usted ha frecuentado – físicamente (visitando), visualmente (Internet), y mentalmente (pensamientos)?
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