¿Sabios para el mal, estúpidos para el bien?
¿Alguna vez ha notado cuántos son rápidos, astutos e inteligentes cuando se trata de hacer el mal, pero completamente ciegos y tontos cuando se trata de hacer el bien?
¿Por qué tantas personas usan su inteligencia para hacer el mal, pero parecen incapaces de usarla para el bien? La Biblia ya señaló este comportamiento.
En Jeremías 4:22, Dios declara:
«Porque Mi pueblo es necio, no Me conoce; hijos torpes son, no son inteligentes. Astutos son para hacer el mal, pero hacer el bien no saben».
En otras palabras, son testarudos y de mente cerrada. Un verdadero desahogo de un Padre frustrado.
La historia de Israel lo demuestra. Cuando sufrían, buscaban a Dios. Pero, tan pronto como todo mejoraba, Lo abandonaban para seguir a otros dioses. ¿El resultado? Más sufrimiento. Un ciclo sin fin. Dios los llamó hijos torpes no porque carecieran de inteligencia, sino porque usaban su astucia para el mal.
La sabiduría desviada
Quizás usted, como padre o madre, ya se haya sorprendido por el comportamiento de un hijo. Cuando se entera de algo malo que ha hecho, su reacción suele ser de asombro: «¿Mi hijo? ¡No lo puedo creer!». A muchos padres les resulta difícil aceptarlo. Pero la verdad sale a la luz — y a veces es peor de lo que imaginaban.
Entonces, la pregunta es: «¿Dónde aprendió eso? ¿Cómo desarrolló tanta astucia para engañar, mentir o manipular? Lamentablemente, muchos se convierten en verdaderos especialistas del mal, pero completamente ignorantes de lo que es bueno. Usan su inteligencia para mentir, robar, manipular — pero no logran aplicarla a cosas buenas.
¿Por qué sucede esto?
La respuesta está en el mismo versículo: «… no Me conoce…». Cuando alguien se aleja de Dios, pierde la referencia del bien. Y al servir al mal — incluso inconscientemente — se convierte en un experto de malas acciones.
Cuando servimos a algo o a alguien buscamos agradar, entender y obedecer. Con Dios ocurre lo mismo. Si Lo servimos buscamos conocerlo, entender Su voluntad y practicarla. Lo mismo ocurre con el mal. El que no sirve al bien, inevitablemente sirve al mal. No hay neutralidad. Como dicen: el muro es del diablo. La indecisión ya es una decisión — y es peligrosa.
El autoengaño del bien aparente
Muchos intentan equilibrar el mal con buenas acciones. Narcotraficantes que donan canastas básicas de alimentos, corruptos que hacen filantropía. Piensan que esto compensa los errores, pero es un autoengaño. Quien roba, miente o hace daño, aunque luego ayude a alguien, sigue sirviendo al mal.
Esta «caridad» no anula el crimen. Es como maquillar una cara herida — se ve mejor, pero el problema sigue ahí.
Especialización en el mal
Cuanto más mal hace una persona, más necesita inventar nuevas formas de ocultar o justificar sus acciones. El mal requiere mantenimiento constante. Y, para eso, se necesita inteligencia. Por eso, aquellos que sirven al mal terminan volviéndose sabios para el mal. El mal se convierte en su señor.
No soy yo quien lo dice — es la Palabra de Dios. Que no solo juzga, sino que revela la realidad. Y, aunque sea dura, esta verdad es una invitación al cambio.
Use su inteligencia para el bien
Dios no quiere una religiosidad vacía. Él busca una fe inteligente. Una mente dispuesta a pensar, reflexionar y actuar en base a Su Palabra. Si ya utiliza su inteligencia para el mal, es prueba de la capacidad que tiene. Lo único que le falta es redirigir esta inteligencia hacia el bien.
Cuando decide servir a Dios, empieza a andar por un camino de transformación — para usted mismo y para quienes lo rodean.
Vea el mensaje completo en el siguiente video.
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