thumb do blog Renato Cardoso
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¿Por qué su matrimonio será mejor si usted entiende esto?

Está bien claro en la historia de cómo todo comenzó, que Dios creó al hombre y a la mujer para servirse el uno al otro. El hombre fue llamado marido, que quiere decir «cuidador». Su papel principal es el de cuidar a su esposa. Una rápida mirada en el diccionario le dará una larga lista de significados de la palabra «cuidar».

Responsabilizarse por. Prestarle atención a. Interesarse por. Pensar en. Proteger. Tratar bien. Ayudar. Proveer. Preocuparse por.

La mayoría de las mujeres se sentiría muy feliz en tener un marido que cumpliera solo la mitad de esta lista.

La mujer, a su vez, fue llamada por Dios como «auxiliadora» de su marido. Y la lista de significados para el verbo «auxiliar» o «ayudar» es aún más larga…

No hay cómo equivocarse en la interpretación. La idea de Dios para el matrimonio fue que el hombre sirviera a la mujer y viceversa. Una sana competencia de quién le haría más bien al otro. Esto es amor de verdad.
Lamentablemente, muchas cosas cambiaron desde entonces. Muchos han entrando en el matrimonio pensando en ser servidos por la otra persona, no en servirla. Y por eso enseguida vienen los reclamos. «No haces esto por mí.» «No te interesa lo que yo quiero, solo lo que tú quieres.» «Si no me atiendes aquí adentro, voy a buscarlo afuera.» «No me ayudas.»

Usted esto, usted aquello. El enfoque está en el recibir, no en el dar. Ser servido en vez de servir. Una disputa de egoísmos.

Claro que queremos recibir también, no solo dar. Y parece lógico que para recibir, necesitamos pedir. Sin embargo, en la lógica del Autor del Amor, dar es pedir. Cuando le doy algo a alguien, esa persona queda en deuda conmigo. Cuanto más doy, mayor es la deuda. Y no hay un ser humano al que le guste estar endeudado – mucho menos que le estén cobrando. Por lo tanto, el camino para recibir es dar y no estar cobrando. Dar porque es nuestro papel, nuestra responsabilidad. Dar porque creemos en la ley del dar y recibir.

Cristiane y yo tuvimos esta experiencia. Al comienzo de nuestro matrimonio, las expectativas de ella hacia mí eran grandes. Y yo nunca las alcanzaba. Entonces, ella hacía lo que le parecía lógico: reclamaba. Yo justificaba que ya estaba haciendo más que suficiente y ella era la que se estaba quejando de llena. No funcionó, solo nos trajo frustración.

Entonces ella cambió de táctica. Decidió dejar de reclamar y comenzó a dar. No tardó mucho y la sana competencia comenzó. Pasé a interesarme por agradarla, hacer sus gustos porque ella estaba haciendo los míos. O sea, finalmente entendimos lo que es el matrimonio.

Lo merezca su compañero o no, experimente cumplir su papel original de esposa o de marido. Sea siervo y deje de reclamar. Siempre, no solo durante unos días. Y vea lo que sucede.

 

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