thumb do blog Renato Cardoso
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Excusas

Desde que Adán culpó a Dios por haberle dado a Eva, quien, según él, lo llevó a pecar, los seres humanos no pararon de inventar excusas. Incluso Eva siguió la corriente y culpó a la serpiente. Y de allí, se ha creado un patrón: cada vez que la culpa sea suya, busque algo o alguien a quien culpar en lugar de asumir la responsabilidad.

Todos nosotros, sin excepción, sufrimos de este mal.

Yo te insulté porque me insultaste primero.
No tengo trabajo porque nadie me da trabajo.
Tengo que adelgazar, pero la cocinera no ayuda.
No iré hoy a la iglesia porque trabajé mucho esta semana.
Si usted cambiase primero, yo también cambiaría.
Si tuviera tiempo, lo haría.
Quiero dejar esta adicción, pero no tengo fuerzas.
Yo podría intentarlo, pero no tengo suerte con estas cosas.

Es como dicen: El que quiere, lo hace; el que no quiere, da excusas.

El atractivo de la excusa es que nos saca del anzuelo del sacrificio y nos suelta del lazo de la responsabilidad. Ella lava nuestra cara. «Si yo no hice esto o aquello, no fue por culpa mía.»

Pero, en realidad, es una ilusión.

Lo único que las excusas realmente hacen por nosotros es privarnos de una vida mejor.

La alternativa: asuma la responsabilidad por lo que usted hace. Entienda que lo que usted hiciere, sea bien o mal, traerá sus consecuencias. Así que, siempre piense en las consecuencias que desea lograr, antes de actuar.

Entonces, vaya y hágalo. Sin excusas.