¡Yo también soy la Universal!
Soy hija de un pastor de la Iglesia Universal.
Prácticamente «nací» en la iglesia. Sin embargo, eso no me impidió conocer el mundo, ni no querer nada con Dios.
Salía siempre.
Ya había “pasado el rato” con varios hombres y no tenía ni las mínimas ganas de ir a la iglesia.
¿Participar en las reuniones? ¡Nunca!
Con 18 años de iglesia, había conocido a Dios, al Dios acerca del que mi padre predicaba, al Dios que oía a través de los pastores. Para mí, todo eso era una tontería, una ilusión, un fastidio.
Ese año, quedé embarazada siendo soltera. Me casé con el padre de mi hija. En medio de tantas peleas, nos separamos. Pasé por muchas cosas en ese período, lloré mucho. Pero, como dicen, es en el fondo del pozo donde encontramos a Dios. Yo tuve mi fondo de pozo y, gracias a Dios, Lo encontré.
Rechacé las oportunidades de conocerlo sin necesidad de sufrir. A fin de cuentas, una hija de pastor tiene el «privilegio» de poder conocer y tener Lo mejor del mundo sin necesidad de sufrir.
Rechacé ese privilegio, ¡qué arrepentimiento!
Ahora, diariamente, Le agradezco a Dios por no haber desistido de mí, aunque yo Lo haya puesto tan triste con mis actitudes. Aun habiéndome equivocado tanto y tantas veces, Él me extendió las manos.
El Dios que existe en la Iglesia Universal es un Dios de grandezas, de vida próspera, abundante y de calidad en todas las áreas.
Cuántas personas ya tuve la oportunidad de conocer, que llegaron sin tener nada, ni siquiera qué comer, y hoy tienen su casa propia, su auto, su empresa, una familia unida…
¡Son tantas las maravillas y los milagros que suceden en la Universal!
Por eso:
¡YO, NATHÁLIA DE BARROS, SOY LA UNIVERSAL!
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