thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Yo también hablaba mal

Cuando era niña, siempre que algo salía mal, recuerdo que mi madre Le pedía a Dios que la ayudara. Algunas veces, antes de dormir, ella hacía oraciones, y por ese motivo terminé aprendiéndomelas de memoria. De la misma manera como memoricé la tabla de multiplicar, también memoricé el «Padre Nuestro». Era mi obligación.

Cuando era adolescente, busqué prácticamente sola las respuestas a esas dudas y curiosidades naturales de la edad. Siempre tuve un padre y una madre presentes, una casa donde vivir, comida para comer, escuela donde estudiar, dinero para gastar, sin embargo, todo eso no era suficiente para mí. Fue entonces que el cigarrillo, las bebidas y las drogas, en la juventud, tuvieron un papel importante en mi vida.

Un profundo vacío dentro de mi ser, sumado a esa inmensa necesidad de entender quién era yo, de dónde venía y hacia dónde iba, me llevaron a una búsqueda incesante. Me lancé al estudio de diversas doctrinas, sectas y creencias.

Puedo enumerar algunas: Sofismo (Rajneesh), Chamanismo (Carlos Castaneda), Espiritismo (Allan Kardec), Umbanda, Candomblé, Rosacruz, Projeciología (Waldo Vieira), Alta Magia (Papus, Aleister Crowley), etc.

Llegué al punto de tener un cuarto en mi propia casa solamente para hacer oraciones, sacrificios y adorar a «dioses».

Nada cambió en mi vida. El vacío aún era inmenso. En realidad, todo siempre empeoraba, y cada vez más perdía el control para modificar mi propia vida.

Es interesante que siempre que me parecía que todo estaba perdido, la primera oración que se me venía a la mente era esa que un día había memorizado cuando era niña. El Único Dios a Quien realmente sentía presente en mi vida era Aquel Dios que conversaba conmigo durante la oración del «Padre Nuestro».

Bueno, del cigarrillo al alcohol, del alcohol a la cocaína y, finalmente, llegué al crack. Mi vida sentimental vacía y el área económica siempre inestable. Esto fue todo lo que sucedió en mi vida mientras me dediqué a esos «dioses» que insistían en convencerme de que me ayudarían y que incluso me curarían. Me volví esclava de pensamientos que no me pertenecían.

No obstante, puedo decir que ese camino que surqué le favorece hoy a mi única certeza: mi Dios siempre fue fiel y justo, aun cuando Lo puse en segundo plano. Mi Dios es inmensamente misericordioso, aun cuando Lo busqué solamente en momentos de desesperación.

Hoy tengo la certeza de que mientras buscara respuestas en lugares perdidos jamás obtendría el resultado y la transformación que realmente deseo en mi vida. Nunca me imaginé que la transformación de mi vida estaría en la Universal.

Puedo decir que cuando puse mis pies en la Universal, era una persona adicta a las drogas, destruida emocional y económicamente. Casi sin vida. Ya no tenía más hacia dónde correr y ya no tenía más ni siquiera fuerzas para eso. ¡Para eso bajé mi cabeza y me tragué todas las veces que hablé mal del obispo Edir Macedo y le dije ladrón! Tomé coraje y fui allí a pedir ayuda.

Fui hasta allí a causa de un programa que vi en la televisión en el que oí a un hombre diciendo: «No interesa quién es usted, no interesa cuál es su religión. Venga de la manera que usted está: habiendo fumado, habiendo aspirado… Si usted necesita ayuda, sé cómo ayudarlo… ¡voy a sostenerlo de las manos y voy a mostrarle la salida de ese laberinto!» Yo sabía que era Dios Quien estaba hablando conmigo en ese momento.

¡Es eso mismo! Hoy estoy curada. Concurro a la Universal porque tengo paz y me siento en casa. Ahora somos solo mi Dios y yo – en las luchas, en las victorias, en todo momento.

Fabiola Pasinato