¡Buenas tardes, obispo!

Quiero compartir con usted una experiencia que tuve el domingo pasado. Atendí a una joven y algo me llamó la atención. Se trata de una joven de 19 años. Su nombre es Alexandra. Cuando subió al Altar, le pregunté en qué podía serle útil, y su respuesta fue:

“¡YO QUIERO EL ESPÍRITU SANTO!”

Como yo todavía no la había visto en el Centro de Ayuda(CdA), le pregunté si era nueva y me dijo que había venido dos veces, pero hacía mucho tiempo. Me intrigó, pues oír eso de alguien ya firme sería incluso normal, pero de una persona por tercera vez…

En esa charla, ella dijo: “Ahora entiendo por qué sufro tanto en mi vida, yo no tengo lo principal.”, y explicó: “Solo tengo 19 años, pero mi familia y yo somos todos portadores de SIDA. Mi padre ya murió, mi madre dejó de caminar, mi hermano y yo ahora también fuimos infectados, y el muchacho con quien vivo, mi compañero, también es portador. Y ahora sé que si hubiese venido antes al CdA, mi vida no sería esta.”

¡Oré por ella con tanta indignación! Se descompuso, la liberé, llamé a mi esposa e hice el desafío: “¡A partir de ahora mi esposa y yo vamos a cuidarte!”

Ella vino a la tarde a la Fuerza Joven y, a las 18h, al Estudio del Apocalipsis.

Obispo, le he pedido esto a Dios: personas con sed, no importa el estado de su vida.

Él me dio autoridad. Si la vida está toda mal, yo la arreglo, pero quiero personas sedientas. Y a las que no tienen sed, voy a colocar eso en ellas con la dirección del Espíritu Santo.

Colaboró: Pastor Thiago Roballo.