Yo estaba ciega
Obispo, después de que comencé a participar de las reuniones de las 18 hs. y de sus prédicas, me di cuenta de que yo, con años en la iglesia, no tenía la salvación, pues había tenido un novio y antes de que termináramos habíamos vivido en la lascivia, o sea, había sido un noviazgo totalmente ardiente.
Yo hablaba mal de los demás, les debía a los demás, veía errores en todos – menos en mí –, y además me golpeaba el pecho y decía: “¡Si Jesús viene hoy, yo soy salva!” Y hoy veo cuán ciega estaba espiritualmente.
Fue cuando medité en un salmo, en el que David dice: “Señor, enséñame a hacer Tu voluntad…”
Entonces comencé a orar así, porque, en el fondo, siempre quise agradar a Dios, pero estaba tan ciega que no veía mis propios errores. Y entonces usted comenzó a hablar sobre la injusticia, y pasó una película en mi mente. Empecé a avergonzarme de mi vida y Le dije a Dios: “¡Gracias, Señor, por Tu misericordia y por haber abierto mis ojos!”
Dentro de mí nació el deseo de corregirme, y es lo que estoy haciendo: vigilando, luchando, pues hoy me doy cuenta de que el tiempo en la iglesia no es nada; el título no vale nada si no estamos viviendo en la justicia, si no nacemos de Dios.
Muchas veces oía las prédicas y no hacía un autoanálisis de mi vida, pensaba que no era para mí. O sea, no usaba la fe inteligente, que hubiera sido pensar y ver que si no estaba venciendo era porque había algo mal en mí.
Estoy relatando esto porque muchos deben encontrarse en esta situación de ver los errores de muchos, a pesar de estar haciendo cosas aun peores (como los hipócritas y fariseos).
Lucy
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