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Yo estaba allá…

Querido obispo Macedo:

La foto de arriba tiene un valor especial para mí. Yo estaba allá, sentada, apretada en el salón de la antigua funeraria, participando de mi primera reunión en la Iglesia Universal. Hace 35 años.

Aquel día, lo vi predicar sobre la determinación y la fe como nunca había visto hablar a nadie.

Yo vivía en la Estrada Velha da Pavuna, en Inhaúma, en Río de Janeiro, y fui a pedirle explicaciones a ese joven pastor de la Abolição que decía por la radio que mi creencia en los espíritus era una práctica maligna y engañadora, totalmente contraria a la Palabra de Dios. ¡Fui hasta allá realmente para pelear!

No logré hablar con usted, pero la sinceridad de sus palabras me llegó profundamente. Tuve un encuentro con el Altísimo.

Desde aquel día hasta hoy, nunca más me alejé de la presencia de Dios. Poco a poco, mi familia se liberó y mi matrimonio renació. Mi vida se transformó como su propia historia y la de la Iglesia.

Cuando vi las filas que se perdían de vista en el lanzamiento de su libro aquí en Pará, me fue inevitable recordar aquel tiempo. Fui la primera en hacer firmar mi “Nada que Perder” con una alegría enorme en cada segundo que estuve en la librería en Belém.

Para mí, la lectura de su biografía tiene un gusto especial: el placer de saber que la esencia de la IURD continúa siendo la misma.

Viví en varias ciudades porque mi marido trabaja en la Marina, y, en cada lugar, veo en nuestros obispos y pastores de hoy los mismos valores que vi en usted en Río de Janeiro.

Voy a entrar en el Templo de Salomón de la misma manera como entré en el viejo edificio de la funeraria. De la misma manera como la IURD y usted me enseñaron a vivir a lo largo de estos 35 años: con determinación, fe y, lo más importante, sinceridad para agradar a Dios.

Sueli Barbosa, 66 años, Ananindeua – Pará

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