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Yo era Jacob y no lo sabía…

¡Hola, obispo! Es con mucha felicidad que escribo mi testimonio como Le prometí a Dios.

Mi nombre es Jenniffer, tengo 16 años. Entré a la Obra a los 14 – 2 años perdidos…

Cuando observaba a los obreros, me sentía un pez fuera del agua. Me veía diferente a ellos, no me veía con la misma intrepidez, no lograba ser fuerte, porque la fuerza que ellos tienen viene del propio Dios. Veía que había algo raro en mí, e incluso llegué a pedir ayuda, pero no con tanta sinceridad, y oía siempre que las dudas eran traídas por el diablo, entonces yo ataba la duda y seguía adelante. Pero eran muchas dudas, muchos miedos. Me sentía extraña en las reuniones de liberación, pero pensaba: “Debe ser solo el nerviosismo por tener que expulsar demonios.”

Me mostraba siempre servicial. En realidad, pensaba que si estaba haciendo todo correctamente ya era suficiente, pero no, y siempre con los cuestionamientos: “Eso no es normal, ¿habré nacido de Dios?”, y otra vez: “¡Están atados esos pensamientos del diablo!” Yo no sabía que en mí existía un engañador…No cometía pecados, entonces, ¿por qué no había nacido de Dios? Y comenzaban las reuniones, en las que siempre se hablaba sobre eso, pues, desde hacía un tiempo, los líderes habían ido entendiendo que había muchas personas que creían que habían nacido de Dios, pero en verdad no lo habían hecho.

Cuando usted dijo: “Tal vez todo comenzó con una mentira al principio, como Jacob…” Es así obispo, así fue conmigo. Me sentía mucho mejor, había resuelto mi vida y renunciado a las cosas del mundo, entonces, cuando el pastor preguntó si yo estaba bautizada con el Espíritu Santo, le dije que sí, y cuando preguntó si yo hablaba en lenguas, le dije que sí, aunque sabía que no lo hacía. Sin embargo, queriendo ser obrera, hoy entiendo por qué no vencía las inseguridades, los miedos, y todo, pues solo los nacidos de Dios vencen. Vine a contar este testimonio porque ayer ¡aaaaaaaaaaaaaaaaaaah que día!

Entendí que me faltaba humillarme y reconocer la verdad. Cuando usted llamó para ir adelante (el que quisiera hacer realmente el verdadero sacrificio) yo fui – porque en realidad el dinero ya estaba yendo, pero faltaba una entrega, un reconocimiento de que yo no era de Dios, si no que “actuaba” de obrera servicial-, cuando regresé a mi lugar, me puse de rodillas, y Dios entró en mí y arrancó al engañador.
Cuando usted dijo: “Dios nunca desistió de usted…” ¡Qué gozo en mi alma!

Obispo, no sé si logré explicarlo muy bien, pero me gustaría que los obreros que también están pasando por eso sean sinceros y se humillen, pues Dios los hará nacer de Él.

Jenniffer Faustino