Violencia doméstica y malos tratos
De muñecas a escobas: el retrato de los abusos físicos en los niños
Malos tratos y torturas se convirtieron en un miembro más de las familias
– Mi Dios, sácame de aquí un día. Por favor, sácame de aquí.
– ¿Por qué no enjuagaste la bañera?
– Ah, tía, me olvidé.
– ¿Ah, te olvidaste? Entonces, vas a saber lo que es bueno.
– No tía, no hagas eso. Usted no necesita golpearme. Perdóname, tía. Yo ya aprendí…
– Atala. Encadénala. Conecta el hierro, dejalo bien caliente y dámelo.
– No, tía, por favor…
…
– Ahora, tráeme el alicate. Y una tijera también.
– Tía, por favor, ya aprendí…
– Sacá la lengua. ¡Sacá la lengua, vamos!
– Ya aprendí, tía. Tía, por el amor de Dios, ti…
…
La pequeña Lucélia Rodrigues, de 12 años, ‘reza’ todos los días para salir del martirio al que es sometida a diario. Sufre torturas por los medios más crueles e inimaginables de parte de una empresaria de Goiânia, a quien le dice tía, y que la adoptó ilegalmente. Pero el sufrimiento de la niña comenzó mucho antes, cuando su madre biológica, que no tenía condiciones de criarla, la entregó a los cuidados de la empresaria. Con más de cinco chicos en casa, el tema era deshacerse de los hijos, como forma de minimizar los problemas financieros.
Muchos casos como este ocurren con frecuencia en el País, ya que se registraron cerca de 127 mil denuncias en Disque 100 desde su creación, en 2003. Se denuncian 77 casos por día. Pero hace siete años, el número no pasaba de 12, según afirma la Secretaría Especial de Derechos Humanos.
Como en el caso de arriba, centenares de niños son adoptados de forma ilegal. Con esto, los nuevos padres no siempre cumplen lo que le prometen a las familias biológicas. Así, sin el conocimiento de la Justicia, muchos se aprovechan de la fragilidad infantil y de la falta de conocimiento de los progenitores para descargar en las criaturas sus enojos, estrés, nervios y otras emociones. Y la violencia física, sexual y emocional se convierte en un miembro más de la familia, tan presente en la vida de las criaturas como un simple osito de peluche. Al igual que Lucélia, un millón de niños y niñas de menos de 14 años trabajan en lugar de estudiar, siendo que, en el mundo, según la Organización Internacional del Trabajo, son 215 millones. Además, cerca del 5% de las criaturas en edad escolar ni siquiera fueron matriculadas, y mucho menos estudian.
La angustia y las oraciones de Lucélia duraron 2 años. La policía invadió la casa y encontró a la niña atada, amordazada y encadenada en una escalera en los fondos del inmueble. Los policías lloran. Ni ellos, acostumbrados a todas las formas de maldad, soportan ver la terrorífica escena. La niña, sin una parte de la lengua, y con el cuerpo salpicado de hematomas y quemaduras de hierro, comienza a contar todo lo que sufrió. Las uñas, púrpuras, fueron pintadas a martillazos en los pies y con las manos apretadas con las puerta. Delgada, la dejaban siempre sin comer. Sin derecho a agua o comida, comía forzada heces orina de perro. La delegada del caso, Adriana Accorsi, dijo, en una entrevista a un programa de televisión, que “tener muchos hijos y por no tener condiciones de criarlos, enregarlos a otras personas – como la madre de Lucélia hizo con cinco de sus seis hijos – realmente es una conducta moralmente dudosa y reprobable”. Y aconsejó: “Debemos tener los hijos que podemos cuidar y debemos cuidarlos con cariño y atención. Si ella no hubiera entregado (a su hija), nada de eso hubiera sucedido”.
A pesar de este alerta, es cada vez más común ver mujeres, sin ninguna preparación psicológica, dar a luz niños y niñas todos los días. Para que tenga una idea de la gravedad de la situación, el Sistema Único de Salud (SUS), registró 444.056 partos de chicas de 10 a 19 años. Sin dinero para su propio sustento, muchas optan por el abandono, los entregan en adopción legal o no, o se quedan con los hijos, sin tener la más mínima condición para educarlos. Entonces, sin frenos en las manos, la violencia física es la primera marca que surge en el medio atribulado en el que vive la criatura. Además de eso, todavía existe la negligencia, la falta de cuidados y de atención, que agreden al menor tanto como los abusos físicos o sexuales. Y los motivos o (in) justificativos son de lo más diversos, y van desde las prácticas y creencias religiosas, medio de disciplina y educación, hasta la falta de estructura psicológica para cuidar de un ser pequeño.
Lucélia, después de un período de 2 años de sufrimiento, malos tratos y torturas, fue liberada. La empresaria Silvia Calabresi Lima y la empleada doméstica Vanice María Novaes fueron detenidas. Hoy, la adolescente de 14 años volvió a estudiar y a ser una niña, aun marcada en su cuerpo y alma. Quiere ser agente de policía y “cuidar de los niños del Brasil”. Actitud noble para quien fuera forzada a cambiar, por un tiempo, las muñecas por escobas, escobillas, baldes y golpes. A pasos cortos, su sueño va camino a realizarse. Sólo resta saber si las otras miles de criaturas que sufren escondidas por el país aguantarán esperar el futuro acto heróico de la niña.
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