Creer en Dios significa creer en su Palabra. Y creer en su Palabra significa creer en su Autor. Quien dice creer en Dios pero no practica Su Palabra está engañándose así mismo. Las iglesias cristianas están llenas de gente así.

La creencia envuelve mucho más que creer. Desde el punto de vista espiritual, el hecho de creer envuelve una entrega incondicional en quien se cree. El matrimonio, en los moldes bíblicos, es un excelente ejemplo de esta creencia.

Cuando hay una creencia sincera en el Señor Jesucristo, hay una entrega de cuerpo, alma y espíritu. Y en respuesta a esa entrega, Él concede el Espíritu Santo sin medida. (Juan 3.34)

La creencia exige la práctica de la voluntad (Palabra) de Dios, y si no hay esa práctica, entonces no hay creencia. Jesús muestra la diferencia entre creer de forma teórica y creer de forma práctica cuando habla del padre que dio ciertas tareas a sus dos hijos. El primer hijo dijo que iba, pero no fue, mientras que el segundo no quiso, pero finalmente fue. ¿Quién hizo la voluntad del padre? Preguntó Jesús. (Mateo 21:28-31)

Abraham es ejemplo de una verdadera creencia práctica porque su creencia estaba acompañada de obediencia a la Palabra de Dios. Muchos creen en Dios, pero pocos han creído en Él de verdad. Pregúntese y respóndase a sí mismo: Señor, ¿he creído de forma teórica o de forma práctica en Tu Palabra?

Felices los que creen de forma práctica, porque en ellos serán cumplidas las profecías.