Testimonio de obrero ex musulmán
Me llamo A.L. (nombre no revelado por cuestiones de seguridad), nací y crecí en Argelia, un país de confesión musulmana.
Desde mi infancia, aprendí a seguir los rituales de la religión, aun sin comprender el por qué, participaba de los ayunos y oraciones. Como todos hacían, yo hacía también. Pero a pesar de practicar esas cosas, en mi interior no creía en ellas. Era musulmán, pero estaba vacío, pues mi religión no me traía nada, estaba lejos de conocer al Dios vivo.
Muy joven, siguiendo las malas compañías, tomé el camino de la delincuencia. Al principio era solo para divertirme, pero, con el tiempo, fue transformándose en algo serio.
Realicé asaltos, robos en negocios, vendí drogas y también consumí para tener coraje para agredir a las personas.
Mi vida era completamente inestable. Me entregué a los placeres de la carne, era muy agresivo, bastaba una mirada para provocarme, todos los días tenía que pelear con alguien. Me volví alcohólico, y bajo la influencia del alcohol y de la droga, a veces desafiaba a grupos de personas para agredirlos. Aunque resultara golpeado, al día siguiente estaba listo para recomenzar, nunca me daba por vencido. Y así era mi vida: vicios, violencia y crimen, de mañana me levantaba con el rostro desfigurado, lleno de marcas.
Mi vida no tenía más sentido, decidí dejar a la familia y fui a un lugar desierto para encontrarme con un grupo de terroristas, pues estaba dispuesto a dejar todo y a acabar con la vida de los otros. Pasaron algunas semanas e increíblemente no logré ese contacto. Algo sucedió en ese momento, pues alguien que había pasado por allí dejó una Biblia, aunque dudé en abrirla y leerla (pues en mi país tocar la Biblia era una maldición), finalmente decidí abrirla. Recibí una bofetada al leer cada palabra escrita allí. Entonces, comencé a dejar de hacer ciertas cosas, como robar y agredir a los demás, pero seguía siendo alcohólico y fumador.
Buscaba en mi interior la verdad, yo quería cambiar de vida. A los 31 años, resolví ir a Francia, pensando que cambiando de país, mi vida cambiaría. Pero, por lo contrario, se puso peor. En Francia la vida no era como había pensado, volví a hacer todo lo que había abandonado: agresiones y robos.
Un día, cuando volvía a casa después de un acto más de violencia, tuve un accidente. Estaba embriagado, la persona que acababa de asaltar me dejó llevar todo menos una cruz que traía en el cuello. Hice de todo para arrancarla pero no lo logré. En el camino de regreso, en la estación del subte, me acordé de la Biblia que había encontrado estando en Argelia.
Mientras pensaba, caí sobre los rieles del subte, en los que había electricidad, nadie me vio caer. Mientras estaba siendo electrocutado pensé en Dios, y una fuerza me hizo salir de allí y escapar de la muerte. Estuve hospitalizado durante 7 días.
Un día un amigo me invitó a salir, él había recibido una revista de la iglesia y me la dio, leí los testimonios de personas que tenían los mismos problemas que yo, y eso me llamó la atención. Entonces, tomé la decisión de ir a la iglesia, comencé a participar de las cadenas de oración y Campañas de Israel, pues yo quería caminar con Dios.
A partir de ahí, mi vida comenzó a cambiar, fui liberado de todo el mal, fui bautizado y recibí el Espíritu Santo. ¡Fui transformado! Ya no soy el mismo hombre. Hoy mi carácter cambió, ya no soy violento, ni tengo vicios. Soy feliz y tengo alegría de vivir. Sirvo a Dios como obrero, tengo placer en hablar de Jesús a los demás y mi deseo es dejar todo para servir a mi Señor donde Él quiera.
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