Supersanto

¡Es indignante ver el ejercicio de la fe emotiva! El otro día, una creyente de otra iglesia me cogió por sorpresa queriéndose sacar una fotografía conmigo y su familia. ¡Detesto eso! Pero, para no ser grosero, acepté.
Después de sacarnos las fotos, ella insistió en orar por mí. Ese tipo de fe me hizo desconfiar. Y, nuevamente, para no ser descortés, se lo permití. A fin de cuentas, pensé: “yo necesito mucho de oración”.
Confirmando mi desconfianza, constaté que su oración no pasaba de meras palabras vacías. Palabras de viento. Sin pies ni cabeza, pidió para que Dios bendijera mi comida y otras tonterías…
¡No me ayudó en nada! Al contrario, me molesté por la pérdida de tiempo…
La verdad es que ella no había aprendido nada de lo que yo había enseñado minutos antes. Sus “aleluyas” fuera de hora sólo entorpecieron la reunión.
Desde hace muchos años he observado una cosa que comparto con vosotros: todas las veces que me encontré con personas queriendo mostrar mucha “espiritualidad”, confirmé la presencia de un “carmonio”, es decir, mezcla de demonio + su propia carne.
El diablo sabe bien cómo engañar a la gente emotiva. Y lo peor es que los engañados consiguen engañar a otros creyentes con esa aparente supersantidad.
Todo creyente que ve pecado en todo acaba un día manifestando demonio…
Ya los nacidos de Dios son equilibrados, tienen sentido común y saben en quién han creído
“¡Ay de vosotros, escribas y fariseos, hipócritas!, porque devoráis las casas de las viudas, aun cuando por pretexto hacéis largas oraciones; por eso recibiréis mayor condenación!” (Mateo 23.14)
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