Sexo con lucifer - Capítulo 3
Lea también los capítulos 1 y 2
Fuimos recibidos con torta de maíz. Hablaron toda nuestra vida. En ese momento, quedamos maravillados: “Caramba, nunca nos dijeron o hablaron todo lo que estábamos pasando. ¡Que estupendo!” Y una vez más, allí estaba yo, como centro de todo, ayudando a recoger almas para al infierno.
Comencé a trabajar directamente incorporando los espíritus y de allí fui a servir en la umbanda, candomblé, quimbanda, magia negra. Hice pacto con el diablo con sangre derramada sobre mi cabeza. Muchas veces era poseída por varios espíritus en una sola noche. Tomaba cachaza (de la mas fuerte), cerveza (cualquier marca), bebidas dulces y cuando volvía en sí, no estaba ebria, pero el deseo de beber aumentaba y bebía “sola” allí mismo en centro espiritista. “Recibía” todas las “entidades”, pero había una mujer que tomo posesión de mi. Todo lo que yo decía, comía, vestía, calzaba, la marca de cigarrillo que yo fumaba, los hombres con quien salía, todo era comandado por ella. Perdí mi identidad y lo peor, no me había dado cuenta de eso.
En 1997, quedé embarazada de ese hombre y tuve una niña, entonces, todo empeoro. Fuimos a vivir juntos 15 días antes del nacimiento de mi hija (en 1998). Durante el embarazo fui despreciada y, cuando fuimos a vivir juntos, el infierno se transfirió adentro de mi hogar. El me traicionaba, llegaba a la casa todos los días ebrio, con el día amaneciendo. Las peleas eran constantes, insultos, agresiones verbales, (hubo hasta una física). Yo tomaba el cuchillo y le decía que lo iba a matar.
Embarazada deje de ir al centro espiritista, pero mantenía “contacto” con todos ellos. El altar en mi casa era lo principal. Volaban murciélagos por encima de las ofrendas que yo colocaba en la habitación. Era una humillación. Finalmente, mi vida perdía todo el sentido y el deseo de morir era diario.
En 1999, fue el año de mi derrota total. Comencé a ver una sombra oscura de un hombre con gorro en mi habitación cerca del perchero. Adonde estuviera sentía pasos atrás mío, pero en casa era más fuerte. Oía que llamaban por mi nombre y cuando contestaba, no era nadie. Yo tenía miedo y él me decía que si girase lo vería. Él me decía: “Deja ese hombre, mata a tu hija y quítate la vida. Tu sabes que después de la muerte podrás ir a un lugar lindo donde todo tu sufrimiento va a terminar.” Y yo miraba a mi hija – tan solo un bebe – y pensaba en matarla.
Con toda mi formación académica, cada día yo estaba peor, desempleada, destruida, llena de deudas, muerta por dentro con un dolor que agobiaba mi alma. Dolía mucho. Nada, nada, nada, llenaba aquel dolor. Ella aumentaba a cada día con extrema crueldad dentro de mí.
Ese espíritu se acostaba conmigo y teníamos sexo. Muchas veces, yo pensaba que lo había hecho con mi esposo, pero no, me levantaba para verlo y estaba en otro lugar de la casa. Sentía el peso de un hombre sobre mi y despertaba satisfecha sexualmente. Eso era toda la noche y con frecuencia. Por esa razón, mi matrimonio fue quedando cada vez peor. Imagino que cuando eso ocurría, yo estaba dormida, pero confieso que no sé, porque mi vida ya no me pertenecía, era de “ellos” y así andaba las 24 hs. poseída.
Ya había dejado la umbanda, candomblé, quimbanda, y fui a un centro de mesa blanca de nombre muy conocido. El libro del evangelio según el espiritismo era mi libro de cabecera. En el, aprendía a convivir con el dolor, a hacer caridad, sobre el “karma”, y que había nacido para sufrir, y que mi vida era fruto de mi vida pasada. ¡Ridículo, absurdo!
Un sábado, con el intento de salvar mi matrimonio, le pedí a mi amada madre que quedara con mi hija para que podamos ir a un restaurante. Cuando volvimos, estábamos a punto de matarnos. Las peleas comenzaban de la nada. Ese día, me golpeo y salí a la calle como una loca, buscando “amigos” para seguir “emborrachándome”. Felizmente no encontré a nadie y volví a casa a los gritos (eran como las 4 de la mañana). Los vecinos nos tenían mucho miedo y no hablaban. El “hombre” junto a mi, siempre abusándome.
En aquella misma madrugada, mi esposo fue a dormir muy tomado y yo a llorar (como era de costumbre). Fui al baño y los espíritus fuertemente me inducían al suicidio. Ya no era la primera vez, pero esa fue la última jugada. El vino hasta mi y dijo: “Toma todos los remedios del cajón, en especial los vencidos, y tómalos todos de una vez. Tú necesitas morir para descansar. Tu hija ya esta criada (ella solo tenía 1 año y 9 meses), ese hombre te odia, no tienes a nadie. Solo me tienes a mí. Vamos, coraje, hazlo de una vez y termina con tu sufrimiento de una vez por todas.” Hice lo que me ordeno. Prepare todo y fui hasta la cocina por un vaso de agua (detalle, me había alcoholizado la noche entera).
Continua…
Claudia Diniz (IURD Botafogo)
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