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Sexo con el diablo - Capítulo 7 y 8

“El texto que sigue es la continuación del testimonio de María de Fátima da Cruz Carvalho. Vea también los capítulos 1, 2, 3, 4, 5 y 6

Termine escapando de mi marido y de la relación enferma de a tres (pero éramos cuatro porque solo yo veía al ángel/demonio).

Cinco años vividos con la amante, un hijo, y 10 años llenos de angustia, desilusiones, amargura, y con mucho odio. Un odio y un deseo de ver muerte, sangre. Yo solo tenía ansias de matar, así comenzó mi recorrido al infierno.

Conocí a alguien que me mostró el camino de la cocaína, pero antes de conocerla, consumí LSD, ácidos, Valium, Repenol, liamba, opio y además, tomaba unos comprimidos que me mantenían calma, pero en mi organismo causaba una reacción totalmente contraria. Así que los tomaba, yo destrozaba todo, y me volvía muy agresiva. Los médicos decían que era imposible y de no creer porque los remedios eran para dormir, pero el tal ángel me dejaba agresiva.

Después de haberme separado, día y noche solo planeaba la forma de matarlos. Tenía tanto odia, un odio ciego, al punto de hacer planes de como los mataría.
Llegué a pagarle a alguien para hacerlo, pero gracias a Dios esa persona conocía bien mi forma de ser y me devolvió el dinero, diciéndome: “Fátima, yo sé que no querés hacer esto.” Aun así quedé enfadada con él (pero menos mal que Dios no lo permitió).

El se rehusó a hacerlo. Así que, decidí hacerlo: le apunte el arma a la cabeza de mi marido. El descarado ángel/demonio me decía al oído: “Mátalo, mátalo. ¡Vamos, eres una cobarde; mátalo ahora, mátalo!”

Durante el día parecía normal. Volví a dar clases, pero a la noche era otra persona: Consumía mucha cocaína y fumaba base (crack), pero en cantidades exorbitantes por la noche.
Podría gastar, a aquellas alturas 600 “duros” (la moneda en Portugal, en esa época era la Lira) o más. Me envolví con gente muy peligrosa y de la alta sociedad.

En aquel momento, el tal ángel/demonio era señor de mi cuerpo, alma y vida.

Ahora era una loca disfrazada (yo solo quería que desapareciera de mi vida). El tal ángel/demonio no dejaba a ningún hombre que se me acerque. Cuando eso sucedía, el quedaba furioso: me pegaba, intentaba asfixiarme, casi me mató. Yo aparecía con hematomas y las personas decían que yo mismo me los hacia. Estaba en el abismo. ¿Cómo hablar de esto con alguien si nadie lo creería? Aunque yo iba a iglesias, brujos y cartomantes…

Pasé horas en una bañera cubierta con sabanas blancas y sangre de gallina derramada sobre mi cabeza. Cada vez que terminaba de hacer un trabajo, el descarado del ángel se reía de mí. Yo lo veía y él me decía: “Mata a tu hijo. ¡Vamos, mátalo!”

Intente varias veces matar a mi hijo (pero la misericordia de Dios no lo permitió). Cuando recuerdo estos momentos de mi vida, no consigo contener las lagrimas, porque la compasión de Dios fue grande.

Vivía atormentada día y noche. El me tiraba de los pelos, me empujaba, era un sufrimiento en silencio.

Cualquier hombre que intentase enamorarme, o si yo buscase a alguien, el ángel lo mataba. Sucedían cosas muy extrañas con ellos, que me obligaban a abandonarlos.

Yo andaba armada con una nueve milímetros (pistola automática) y un látigo; era muy agresiva. Golpeaba a los hombres con que salía. El ángel llevo a la cárcel a uno de mis enamorados sin causa o explicación. Otro sufrió un accidente fatal y murió. Cualquier persona que se me acercara estaría en peligro.

Mi vida era horrible. Yo solo quería cocaína. Inhalaba, fumaba crack, pero, como dije, era dos personas, dos personalidades. El mundo que me rodeaba desconfiaba, pero yo creía que lo tenía controlado. De día, parecía una persona normal, pero no lo era: fumaba más de 30 charros (haxixe y liamba) por día. ¿Cómo ser normal cuando estaba completamente drogada?