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Santidad al Señor

15° Día del Ayuno de Daniel

Cuando estuve por primera vez en el Templo de Salomón, fue exactamente esa frase escrita allá en el Altar, justo encima del Arca de la Alianza, lo que más me llamó la atención, al punto de no lograr contener las lágrimas.

Al principio parece un poco obvia la traducción de esa frase, sin embargo, ¡Dios jamás será obvio! Él siempre sorprende.

La frase “Santidad al Señor” me llevó a hacer un autoanálisis, y durante varios días me hizo indagar en mi interior.

-¿Qué Santidad es esa?

-¿Cómo funciona eso en la práctica?

-Ya no vivo en la práctica del pecado, ¿eso es santidad?

En fin, yo me pregunté si realmente conocía el sentido y la profundidad de aquella frase tan destacada dentro del Templo de Salomón. Y he aquí que vino la respuesta:

Buscad la paz con todos y la santidad sin la cual nadie verá al Señor. Mirad bien de que nadie deje de alcanzar la gracia de Dios; de que ninguna raíz de amargura, brotando, cause dificultades, y por ella muchos sean contaminados. Hebreos 12:14-15

Las palabras destacadas en el texto bíblico son la clave del secreto en la frase predominante el Templo de Salomón, y funcionan así:

Es relativamente fácil mantener la paz con todos adentro de la iglesia y también mantener la santidad, ¿no es verdad? Pues bien, la Santidad al Señor no comienza dentro de las cuatro paredes de una institución religiosa, o incluso dentro del Templo de Salomón. Esa SANTIDAD da comienzo cuando le damos la espalda al Altar y dejamos la iglesia volviendo a nuestra vida diaria, pues las costumbres, los pensamientos, deseos, tradiciones y distracciones, hacen un bloqueo de esa santidad en nosotros. Y aun habiendo orado y buscado delante del Altar, ¡esa santidad no existirá!

Donde no haya esfuerzo diario para agradar a Dios, tampoco habrá santidad. Pero creo que, más allá de todo, Dios desea la santidad en nuestras intenciones, en nuestras ideas, anhelos y planes. La falta de esa santidad permite el crecimiento de las raíces ruines de la amargura, que no solo nos apartan de Dios sino que nos traen DIFICULTADES y, encima, contaminan a aquellos que están a nuestro alrededor. Quién no vive en santidad vive en una dificultad interior, ¡qué horror!

Definitivamente, la santidad que Dios desea ver en nuestro interior, donde solamente Él puede ver y donde las palabras bonitas no son suficientes, no se refiere solo al cuidado de los pensamientos pecaminosos y al rechazo de lo que es explícitamente maligno, sino a la purificación de nuestras intenciones más profundas allá, donde nadie ve, donde habita la respuesta del porqué usted lucha tanto para conquistar ciertas cosas.

¿La Santidad al Señor está en el motivo por el cual usted busca recibir el Espíritu Santo? ¿Es para gloriarse y hablar en lenguas, o para tornarse testimonio Divino y esparcir Su esencia por donde vaya?

¿La Santidad al Señor está en el motivo por el cual luchamos tanto para traer a los familiares a la iglesia? ¿Es para vernos libres de los problemas que ellos nos ocasionan, o para ganarlos para el Reino de Dios?

¿La Santidad al Señor está en el motivo por el cual queremos prosperidad? ¿Es para nuestra vanidad, o para honrar a Dios y glorificar Su Nombre?

¿Trabajamos por el reconocimiento humano, o para servir a Dios?

Eso es Santidad al Señor, ¡es la pureza de mis intenciones!

Sin esa Santidad no podemos contemplar a Dios, nadaremos y, seguramente, ¡moriremos en la playa!