Estimado obispo Macedo,

Como usted mismo dice: una cosa es leer la Biblia, otra cosa es vivir las promesas en nuestra vida.

Recuerdo cuando la Iglesia en Angola fue cerrada, y usted dijo: «Tenemos que evangelizar las aldeas».

En esa fe, fuimos a Endlovini (traducción: Tierra de los Elefantes), montañas de la Provincia de KwaZulu-Natal, bañada por el Océano Índico, a dos horas y media en auto de la capital Durban.

Según el jefe de la tribu, Sr. Mhlongo Thembinkosi, allá nunca fue un blanco, ni ninguna iglesia.

En esa región no hay agua potable, ni electricidad, ni baño o comodidades de la civilización. Los habitantes de la tribu buscan agua del río para bañarse, cocinar y todo lo demás.

Las personas no creían en lo que veían, pues nadie hasta entonces había ayudado a ese pueblo con una palabra de fe. Ellos son muy místicos y entregados a hechizos y brujerías que aprenden de generación en generación.

En contrapartida, sufren con muchas enfermedades, con el vicio de la bebida (no tienen luz, pero el maldito aguardiente llega allá) y cada hombre tiene más de dos mujeres, conforme dice la tradición, y, consecuentemente, existe mucha envidia y discordias en las familias.

Esta es la segunda vez que hicimos una reunión con este pueblo maravilloso.

El jefe de la tribu dice que fue perseguido por los otros 25 jefes de las tribus vecinas a causa de la envidia. Él aceptó la oración, la visita y la unción en su casa. Poco a poco vamos ganando espacio.

Ya hay otros jefes buscándonos para que podamos bendecir sus tribus también.

Con esta iniciativa, tenemos reuniones semanales en Endlovini.

Vamos adonde nadie quiere ir. ¡Somos la Universal!

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