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¿Quién puede engañar a Dios?

¡Maldito sea el engañador que tiene un macho en su rebaño, y lo promete, pero sacrifica un animal dañado al Señor! Porque Yo Soy el Gran Rey —dice el Señor de los Ejércitos— y Mi Nombre es temido entre las naciones. Malaquías 1:14

¿Por qué existen muchas personas dentro de las iglesias, algunas incluso como pastores, obreros, miembros, pero que son maldecidos? ¡Porque han engañado!

Dios no es cualquier persona, no es como el ser humano. Dios es Santísimo. Y Él conoce todo a nuestro respecto. Dios sabe quién soy yo, quién es usted. Él conoce nuestros pensamientos, nuestras intenciones e inclinaciones de nuestra alma. ¡Él sabe todo!

Vea la alerta a través del profeta Jeremías:

Maldito el que hace la Obra del Señor con engaño… Jeremías 48:10

Dios está viendo la intención de su corazón, si usted realmente está sirviendo a Dios, y no a sí mismo. No se puede engañar. Él conoce perfectamente el corazón de cada uno.

El apóstol Pablo dijo:

Por esta razón hay muchos débiles y enfermos entre vosotros, y muchos duermen. 1 Corintios 11:30

O sea, muchos que murieron a causa de una falsa vida cristiana eran personas que, de forma espontánea, Le hacían una promesa a Dios, pero ofrecían otra completamente diferente, eran engañadoras.

El problema de una persona engañadora es que está tan acostumbrada a engañar a los demás que piensa que puede engañar a Dios.

Pero Dios Se define así:

…Yo Soy el Gran Rey —dice el Señor de los Ejércitos— y Mi Nombre es temido… Malaquías 1:14

Los engañadores no temen a Dios, y, a causa de esa falta de temor, son maldecidos.

Mi amiga, mi amigo, si usted se reconoce como alguien que vive en el engaño, aproveche este momento para rasgar su alma, para sacarse la máscara y humillarse delante de Dios, diciendo:

“¡Mi Dios, Te necesito! He sido hipócrita, mentiroso, engañador. Perdóname, ten misericordia de mí, porque soy inmundo. Quiero Tu compasión, quiero alcanzar una vida de acuerdo con lo que Tú deseas que alcance.”

Para quien se arrepiente y se entrega, de hecho y de verdad, la puerta está siempre abierta, porque el Padre no Se olvida de aquel hijo que Lo invoca desde la sinceridad.