thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Qué bueno sería…

Cuando nos referimos a la ofrenda que es presentada a Dios en el altar, estamos hablando de algo estrictamente espiritual. Además, ella tipifica al propio Señor Jesús. ¡Es tan santa como la Santa Cena!

Por eso, hay un trabajo constante del mal para hacer que las personas vean la ofrenda con visión comercial. Es un intento de neutralizar una herramienta tan importante.

¿Cuántos defienden la idea de que no ofrendan porque no saben cómo serán utilizados esos recursos?

La verdad es que la ofrenda no debe ser dada a causa de las necesidades financieras de la obra (aunque la mantenga), ni siquiera porque Dios necesite de ella, porque Él mismo no la utiliza. El mayor beneficiado por ella es el propio ofrendante. Este, cuando va al altar, materializa la fe que lo aproxima a Dios.

Qué bueno sería si aquellos que sirven al Altísimo espiritualizaran la ofrenda como lo hacen aquellos que van al bosque, a las cataratas y a las encrucijadas y presentan sus ofrendas a las entidades a las cuales sirven.

Esas personas entregan los alimentos que les fueron pedidos, aún sabiendo que los espíritus no comen. Al salir del lugar, le piden permiso a quien honraron y se alejan sin darle la espalda. ¡Es un acto de respeto! Después de eso, siguen adelante sin preocuparse con lo que fue dejado allí. Saben que algún borracho puede tomarse la cachaça, que algún animal puede comerse la carne o que todo va a deteriorarse con el tiempo, pero para ellas lo que importa es que consideraron a la propia fe y honraron a la entidad en la cual creen.

No ven a la bebida como bebida, a la carne como carne, a la farofa como farofa, etc. Para esas personas todo eso es ofrenda espiritual. ¡Quien diera si todos los que van al altar de Dios no vieran la ofrenda como dinero!

Por lo menos era así como el Apóstol Pablo la veía:

“No es que busque dádivas, sino que busco fruto que abunde en vuestra cuenta. Pero todo lo he recibido, y tengo abundancia; estoy lleno, habiendo recibido de Epafrodito lo que enviasteis; olor fragante, sacrificio acepto, agradable a Dios. Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a Sus riquezas en gloria en Cristo Jesús.” Filipenses 4:17-19

Obispo Adilson Silva