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Profetas y profetadas

Estimado obispo,

Este domingo, participando de la reunión de las 18 hs, cuando usted hablaba sobre las “profetas y profetadas en medio de los creyentes”, recordé que en la Iglesia Bautista era costumbre no tomar decisiones, hacer viajes, cerrar negocios o comenzar una relación sin confirmar con las “hermanas de oración”. Todo debía pasar por ellas, pues eran el “jarro ungido del Señor”.

Mi suegra era una de ellas.

Era exactamente como usted dijo, pues ella iba por el segundo matrimonio, y el marido era un alcohólico, adicto a las drogas, adúltero y agresivo, tanto psicológica como físicamente.

Ella se pasaba todo el día orando por las personas por teléfono y, muchas veces, después de orar por ciertas “profetas”, también pedía que la profeta orase por ella, para ver si su marido iba a cambiar. Así fueron los 4 años de noviazgo con mi actual esposa: siempre viendo a mi suegra humillada por la miseria moral y sentimental, pero, al mismo tiempo, siendo un “jarro ungido del Señor”.

Y cuando llegó la época en la que decidimos casarnos, ella decidió llevarnos a dos profetas para confirmar el casamiento. Mi suegra no estaba muy de acuerdo, pues yo era pobre.

Entonces, mire lo que sucedió:

La “hermana Joana” – “profeta” a quien siempre le llevábamos comida y dinero, pues vivía en una casa con piso de tierra –, profetizó que era “voluntad de Dios” que nos casáramos.

Después, fuimos al “pastor hormiga” (digo así porque él estaba en un barrio donde no había asfalto y el auto siempre volvía rojo de tanta polvareda).

Allá, el pastor y su esposa, que era la “profeta”, oraron por nosotros, y le fue revelado que NO era “voluntad de Dios”.

¿Y ahora? Fue empate. ¿Qué hacer?

Volvimos a la “hermana Joana” para confirmar otra vez. A fin de cuentas, su “profetada” era a nuestro favor.

Mire que confusión, ¡casi no nos casamos!

En medio a esa confusión religiosa, llegamos a casarnos, pero fue un fiasco total. Pues los creyentes se preocupaban tanto en si era la voluntad de Dios o no, que nadie se preocupó en orientarnos sobre cómo era un matrimonio de verdad.

A los 6 meses ya estábamos viviendo de prestado. Entramos en una crisis tan inmensa, que casi nos separamos en solo 1 año y medio de matrimonio. Y así llegamos a la Universal buscando otra confirmación: ¿nos separamos o no nos separamos?

Aquí descubrimos que todo lo que habíamos vivido era puro engaño del diablo. Pasamos por un largo y duro proceso de liberación. Aprendí a ser un hombre de verdad.

Hoy amo a mi esposa. Somos felices y tenemos la certeza absoluta de nuestra relación, no porque alguien nos lo reveló, sino por el sacrificio diario a Dios y al matrimonio.

Gracias a Dios y a la Universal, aprendí la fe inteligente.

¡Me liberé de ese infierno evangélico!

Walber Barboza