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¿¿¿Por qué???

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¿Por qué he vivido amarguras tan intensas?

¿Por qué, aún creyendo en Dios, vivo en un verdadero infierno? ¿Será que nací para sufrir? ¿Será mi destino? ¿Una prueba? ¿Un karma? ¿Mala suerte? No le hago mal a nadie. Si no puedo ayudar, por lo menos, no entorpezco. Aún así, mi vida es un desastre. Me casé soñando con una nueva vida. Desde entonces, mis problemas se multiplicaron. ¿Será que Dios existe? Y, si existe, ¿por qué nada me sale bien?

Respuesta

Hay doy señores en el mundo. El del Bien y el del mal. Independientemente de la religión, raza, cultura, clase social, educación, creencia o no en Dios. Cada persona es sierva de Uno u otro. Queriendo o no, creyendo o no, esto es un hecho. No hay cómo escapar de esta condición.

Nací siervo del mal. No por opción, pero por ignorancia de mis padres. En la edad de la razón me presentaron al Señor del Bien.

La ceguera religiosa hasta ahora era tan intensa que no me daba cuenta de cuán perdido estaba. Creía sinceramente que la iglesia de san fulano era suficiente para librarme del Lago de Fuego y Azufre. Apocalipsis 20:15.

No tengo palabras para describir aquellos momentos. Sé apenas que mis ojos y oídos se abrieron y pude contemplar a mi Señor, oír y entender Su Palabra. Una alegría indescriptible tomó posesión de mi ser. No sabía si reía o lloraba, tamaño gozo en mi alma. Nunca había tenido una experiencia como aquella. Mi alma se vació de un peso enorme y su lugar fue ocupado por el gozo celestial. Recibí un nuevo corazón y, en consecuencia, una nueva vida. Ese es el trabajo del Señor de la Luz. Generar nueva vida. Perfectamente nueva.

“Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas”, dijo el Señor Jesús. Significa que, quien no Lo sigue, anda en tinieblas. De ahí la razón por la que muchos tienen su vida en un infierno.

Si el patrón es opresor, el empleado será oprimido. Pero, si fuera justo, el empleado tendrá placer en servirlo.

La vida depende del señor a quien se sirve. Quien quiera cambiar de vida, primero tendrá que cambiar de señor.

La persona puede recibir el milagro que fuera, pero si no cambia de señor, su vida continuará pésima.

¡Que el Espíritu de Dios abra el entendimiento de los lectores siervos del mal!