thumb do blog Blog Obispo Macedo
thumb do blog Blog Obispo Macedo

¿Podrá alguien imitar a Dios?

«Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados. Y andad en amor, como también Cristo nos amó, e y Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios, en olor fragante.» Efesios 5:1-2

Estaba meditando en estos versículos, acerca de lo que el Espíritu Santo nos dice a través del apóstol Pablo, y me vinieron a la mente esas personas que dicen: «El sacrificio no es necesario.» «A Dios no Le agrada el sacrificio.» O incluso: «Eso era en el Antiguo Testamento; los que viven en la Gracia no necesitan sacrificar…»

Claro que unos hablan porque no saben; otros, porque no creen; otros porque no quieren…

Pero, mi primera pregunta es la siguiente: ¿Existirá alguien que esté más en la Gracia de lo que estaba Pablo cuando escribió esta Epístola?

Veamos lo que él nos dice: «Sed, pues, imitadores de Dios como hijos amados…»

Él se refiere al Dios-Padre.

La segunda pregunta es: ¿En qué podremos nosotros imitar a Dios?

Lucifer quiso ser como Dios y fue maldecido para siempre. Adán comió el fruto, porque le fue dicho que si lo hacía iba a saber tanto como Dios, y perdió toda la autoridad, abriéndole la puerta al pecado.

En la única cosa en la que podemos ser imitadores de Dios es en el Sacrificio. Él dio el mayor bien que tenía, Su Hijo tan amado. Él no sacrificó una estrella, un planeta o incluso un ángel. Dios dio lo más valioso que tenía, y todo eso para alcanzar Su objetivo, que es la Salvación del mayor número de almas.

Para que seamos Sus imitadores, y para que alcancemos nuestros objetivos, tenemos que hacer lo mismo: colocar en el Altar lo que tenemos de mayor valor, que es el Sacrificio material y físico.

Por otra parte, en el versículo 2, él habla de la entrega total y personal, invitándonos a imitar al Señor Jesús, que Se entregó como sacrificio de olor fragante y agradable a Dios.

«Y andad en amor, como también Cristo nos amó, y Se entregó a Sí mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios en olor fragante.»

El que haga estas dos cosas, estará haciendo el perfecto sacrificio. No hay manera de que no funcione, porque Dios no falla. El diablo no podrá tocarlo, porque es la propia ofrenda santificada por el Altar y, consecuentemente, todas las puertas cerradas se abrirán.

¡Que el Dios de Abraham, de Isaac, de Israel y de la Universal los bendiga a todos!