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Piedras del Altar

¡Hola, obispo!

Estos días estaba en el santuario del Templo de Salomón, aguardando el comienzo de la reunión, y estuve meditando en lo que estaba viendo. Más específicamente, en las doce piedras del Altar del Templo. Lo único que sabía era que representaban a las doce piedras en el pectoral del sumo sacerdote, y que simbolizaban las doce tribus de Israel.

Pero ¿por qué están allí, en el Altar del Templo ahora? ¿Por qué en esa posición? Podía ser por casualidad o solo como adorno. Yo sabía que había un sentido más profundo, entonces Le pregunté a Dios, fui a mirar el pasaje donde se habla sobre las piedras del pectoral y comencé a meditar en lo que leía.

Noté, entonces, que la elección de ese símbolo allí, en el Templo de Salomón, fue hecha por el propio Dios. No sé si los seres humanos que fueron usados para proyectar esos detalles estaban conscientes de todo esto, pero vi el cuidado de Dios en comunicarnos Su voluntad, en cada detalle.

Como ya sabemos, las piedras del Altar hacen referencia a las piedras que estaban en el pectoral del sacerdote, cuya confección fue dirigida por Dios a Moisés. Según Dios, cada piedra representaría a una tribu de Israel, entonces las doce piedras representaban la totalidad de Su pueblo. Pero, para que entendamos lo que eso significa para nosotros hoy, necesitamos entender la razón de que estén en el pectoral del sacerdote. Y Dios explica:

“Y Aarón llevará los nombres de los hijos de Israel en el pectoral del juicio sobre su corazón cuando entre en el lugar santo, continuamente por memorial delante del Señor”. Éxodo 28:29

Entonces, el sacerdote llevaba aquellas piedras sobre el corazón al entrar en el lugar santo y, a través de aquellas piedras, el pueblo también entraba, simbólicamente, en la presencia de Dios. Lo primero que noté fue que Él quería tanto estar cerca de Su pueblo, que encontró una manera de tenerlo en el Santo de los Santos, incluso en la época en la que solo el sumo sacerdote podía tener acceso.

Hoy, por la fe, somos el pueblo de Dios. Entonces, somos aquellas piedras. Las doce piedras, representando la totalidad de los hijos de Dios. Cuando Le entregamos nuestra vida a Él, pasamos a formar parte de Él, representado por el Altar. Por eso, las piedras, que antiguamente estaban presas al pectoral del sacerdote, hoy están fijas en el Altar. Antes, en el pectoral del sacerdote, dependiendo del hombre para estar delante de Dios. Hoy, firmes directamente en el Altar, somos uno con Él, como el Señor Jesús dijo en la oración que hizo por nosotros:

“Mas no ruego solo por estos, sino también por los que han de creer en Mí por la Palabra de ellos, para que todos sean uno. Como Tú, oh Padre, estás en Mí y Yo en Ti, que también ellos estén en Nosotros, para que el mundo crea que Tú Me enviaste”. Juan 17:20-21

Por eso, las piedras no están puestas en el piso del Altar, sino delante del Altar, iluminadas, en un lugar visible para todos. Porque el primer contacto que muchas personas tienen con Dios allí afuera es la vida de quienes están en el Altar, que son uno con el Altar. Y el objetivo de que seamos vistos, el objetivo de las luces encendidas en las piedras del Altar, que somos nosotros, también fue descripto por el Señor Jesús:

“Así alumbre vuestra luz delante de los hombres, para que vean vuestras buenas obras, y glorifiquen a vuestro Padre que está en los cielos”. Mateo 5:16

Esta es nuestra función, como piedras preciosas puestas en frente del Altar. Estando en Dios, iluminados, de dentro hacia fuera, por la Luz que viene de Él (el Espíritu Santo), resplandecemos delante de los hombres a través de nuestras buenas obras. Somos la vitrina de Él en este mundo.

Entonces… ¿cómo debe ser la vida de quien fue llamado para ser piedra preciosa puesta en el Altar, en el corazón de Dios, visible para el mundo? Ciertamente, una vida de confianza total y de santidad al Señor. Una vida dedicada a hacer Su voluntad, y no la nuestra. A fin de cuentas, no pertenecemos más a nosotros mismos, sino al Altar.

¡Que Dios los bendiga a usted y a la señora Ester aún más!