El texto a continuación es del periodista Marcelo Migliaccio, quien firma el blog “Rio Acima”, en el Jornal do Brasil, una de las principales publicaciones diarias del país. En el, el periodista hace un análisis imparcial y de alta calidad informativa sobre el Día D, específicamente del evento de Río de Janeiro, que llenó la Enseada de Botafogo el último 21 de abril.

El poder de la Iglesia Universal está en ser humano

Fue un tsunami diferente. Bien carioca. En lugar de agua, en el último miércoles las calles de la ciudad fueron inundadas por ómnibus. Entraron por todos lados, venidos de los cuatro puntos del estado de Río en pleno feriado de Tiradentes. El mar de más de un millón de evangélicos confluyó en la Enseada de Botafogo, donde la Iglesia Universal del Reino de Dios promovió una más de sus maratones de loor.

No voy a quedarme preguntando de quién fue la culpa por los embotellamientos gigantes que molestaron tanto. Vale más reflexionar sobre la fuerza de ese movimiento, que en verdad muestra la pujanza del ser humano.

Ya fui a un culto de la Universal, en la Catedral de la Fe, una imponente construcción en Del Castilho (Zona Norte). Fui en la época de la elección municipal de 2008. La orden del diario era averiguar si había algún tipo de proselitismo político durante la reunión – Marcelo Crivella, obispo en licencia y senador, era uno de los candidatos a intendente.

No constaté ninguna mención electoral en el interior de la catedral. Como máximo, algunos punteros electorales de candidatos a camaristas ligados a la iglesia distribuían boletas y sostenían anuncios fuera de la iglesia. En la vereda, donde la ley lo permite.

Adentro, vi en vivo lo que ya había visto en los programas de TV. El mismo discurso de los pastores, invocando pasajes bíblicos, dando duro en la tecla de la autoestima y, al final, pidiendo a los fieles que dejasen sus contribuciones para la obra. Confieso que en el momento en que el pastor pidió donaciones de R$ 20 mil me asusté. Era un culto destinado a pequeños y medianos empresarios en dificultades. Nadie fue al altar a dejar el abultado donativo, y el pedido fue bajando hasta llegar a los R$50, momento en que varias personas se levantaron y ofrecieron su sacrificio financiero en la esperanza de tener mejor suerte en el futuro. La vinculación fe-prosperidad es la tónica de las prédicas.

Otra vez, yo pasaba frente a un templo de la Universal en Nuestra Señora de Copacabana, a eso de las 7. Había un culto dentro y vi que un mendigo, inmundo, muy sucio, y alcoholizado, se dirigía a la puerta de entrada. Paré para ver si el obrero iba a detenerlo. Nada, el hombre entró sin ser molestado. Como él, muchos deben haber llegado en aquel estado y se recuperaron. El obrero debía saber eso. Como los otros, aquel mendigo podía ser en poco tiempo un miembro más del rebaño de Edir Macedo.

Creo que el huevo de Colón de los líderes evangélicos fue descubrir que todo ser humano necesita oír palabras que lo hagan creer en sí mismo. Los cultos exploran esa neuroliguística, ofrecen inyecciones de optimismo en dosis para caballos. Es eso que los pastores dan a su rebaño: pensamiento positivo y confianza en sí mismos. No es poco para las personas cuyo día a día se resume en trabajo pesado, salario insuficiente, vivienda indigna, familia separada, vecindad peligrosa y salud maltratada por tanta infelicidad. Esas personas necesitan de forma tan desesperada creer en algo que no tiene ojos para mirar si el pastor es mal actor.

Las palabras bíblicas son muy poderosas, al final siglos y siglos de perennidad les confieren autoridad. En las iglesias evangélicas, personas que nunca tuvieron disciplina adquieren un rumbo, cambian viejas costumbres. Abandonan drogas duras, resisten al llamado del alcohol, encienden la antorcha y reconstruyen matrimonios en los que nadie apostaba un centavo.

Ese poder no está en los pastores, ni en esa denominación. Quien se levanta del fondo del pozo es el ser humano, cuya fuerza interior es ilimitada.

Ningún creyente se preocupa mucho en saber si el pastor que está adelante cree en eso que predica con tanto énfasis. Intentos de derrumbar el imperio de la Universal fueron muchos, y no terminaron en nada. La iglesia sólo creció a pesar de los ataques y denuncias que cada tanto afloran en los medios y hacen eco en el poder Judicial. De nada sirven videos comprometedores, porque los fieles aprendieron que quién va en contra de Dios es el Diablo y están más preocupados en reconstruir sus propias vidas. Lo que, además, es mérito exclusivo de cada uno de ellos, y no del obispo o del pastor.

Por Marcelo Migliaccio
Blog “Rio Acima” – Jornal do Brasil (publicado el 24/04/10)

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