thumb do blog Blog Obispo Macedo
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Perdí mi dignidad...

Yo era obrera.

Por no haber tenido un verdadero encuentro con Dios, perdí todo lo que tenía. Mi Salvación, mi dignidad. Todo por una elección incorrecta, por una tentación. Pensaba que era nacida de Dios.

Me engañé durante 5 años, y fue necesario que perdiera todo para que naciera de Dios, solo por el orgullo de no pedirle ayuda a nadie, por pensar que era lo suficientemente de Dios como para pedir ayuda. Y cada vez que pensaba en pedir ayuda, el diablo me decía que yo estaba bien, que era cosa de mi mente.

Me involucré con un obrero y caímos. Me sentí la peor de las criaturas. No sabía cómo dejar el pecado. Me dominaba, no tenía fuerzas.

Un día junté el restito de fuerzas que tenía y me derramé.

Le pedí socorro a Dios, y a pesar de todo lo que Le había hecho, me socorrió.

Hablé con mi pastor, y parecía que me había sacado un fardo de mi espalda.

Hoy estoy buscando más. Me siento mucho mejor que antes. Dios ha hablado conmigo. Le he pedido la dirección de mis pasos a Él.

Siempre tuve el deseo de servir en el Altar. Me dedicaba a eso y, al comienzo, incluso era una buena obrera. Cuidaba casi todo en la iglesia, pero aún no tenía un verdadero encuentro con Dios.

Hoy estoy comenzando de cero. Tengo el mismo deseo por el Altar, pero ahora estoy consciente. Voy a luchar, en primer lugar, por mi Salvación. Y como una cosa lleva a la otra, quien es salvo quiere salvar.

Anónimo

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Corona de vida

Obispo, nuestro testimonio es como una corona que tenemos en la cabeza, para glorificar al Señor Jesús y mostrar lo que Él es capaz de hacer en la vida del que se entrega.

Sin embargo, estoy seguro de que solamente el que se encontró con el Señor Jesús y nunca Lo dejó, tiene placer de contar su testimonio.

Pues nosotros, que un día Lo abandonamos, como yo y otras tantas personas, traemos una vergüenza tan grande que contamos nuestro testimonio solo para glorificar a JESÚS.

Pero es una vergüenza inmensa.

Ni siquiera yo mismo logro entender dónde tenía la cabeza para dejar a Dios.

La marca es tan profunda que, aún ahora, salvo, me hiere el alma cada vez que lo recuerdo.

La herida se sanó, pues Él nos amó. Pero la cicatriz jamás va a borrarse, pues forma parte de un pasado de tristeza y soledad que jamás quiero pasar de nuevo.

Lamentablemente, todos los que aún no fueron sellados están sujetos a eso.

La vergüenza de haberlo abandonado es muy grande aún, pero la gratitud por haberme aceptado de vuelta no se puede describir.

Carlos Mossolim

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Ellos no fueron llamados hijos

Es tan fuerte que, si observamos, David no era llamado hijo, sino que era llamado «hombre según el corazón de Dios».

Abraham oyó la voz de Dios tres veces en el momento del sacrificio, pero Él no lo llamo hijo.

Moisés tuvo la revelación de Dios cuando vio la zarza ardiendo, pero no fue llamado hijo.

Todos eran siervos de Dios, temerosos de Él, vieron grandes maravillas, pero, cuando el tema de la fe llega a Jesús, la historia cambia.

Dios enseguida dice: «Este es Mi Hijo amado.»

Y además…

No recuerdo haber leído que los hombres que antecedieron a Jesús Lo llamaran a Dios como Padre. Sino que decían: «Mi Dios», o «Dios mío.»

Wagner Cruz

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Mi vida comenzó a mejorar

Obispo, hasta octubre del 2012 estaba en la fe, era candidato a obrero, a punto de ser levantado.

Ya había sido entrevistado, pero sin embargo HICE una tontería: me involucré con una muchacha que ni siquiera era de la misma fe y, para complicar más mi vida, ella vivía lejos. Comencé a estar de novio con ella a escondidas del pastor.

Logré esconderlo durante 1 mes, pero enseguida el pastor descubrió por mi red social que yo estaba de novio. Él me llamó para conversar, me explicó todo y me dijo: «¿Por qué hiciste eso? Le diste la espalda a JESÚS…»

Y yo, simplemente, le di la espalda y salí.
Volvimos a estar de novios.
Después de ese día, parecía que mi vida había “MEJORADO”.
Un engaño mío.

Estuve de novio durante 5 meses, al punto de destruir mi PUREZA con esa chica. Me prostituía con ella casi todas las veces que estaba en su casa, al punto de dormir juntos. Pero, yo sabía que no era feliz, pues cuando apoyaba mi cabeza en la almohada, algo me soplaba en la mente: «¡Necio, esta noche pedirán tu alma!»
Aún así, continué.

Algo me ataba a ella.

Hasta el día en el que me acerqué a ella y le dije: «¿ACEPTAS NO TENER MÁS RELACIONES SEXUALES CONMIGO HASTA EL CASAMIENTO?»

Entonces, la respuesta que ella me dio, o mejor dicho, la que el diablo me acusó fue: «SÍ, ACEPTO. ES EXTRAÑO… TÚ BUSCAS A ESE DIOS TUYO Y TIENES RELACIONES CONMIGO…»

¡Caramba, eso fue una cachetada dada por el diablo!

Después de ese acontecimiento, decidí volver al primer amor. No fue fácil dejarla, pues gustaba mucho de ella. Pero fue un miércoles de la Noche de la Salvación que la coloqué en el Altar.

A partir de esa actitud, Dios me aceptó y me perdonó por todo lo malo que había hecho, y por haber dejado al Espíritu Santo por una muchacha.

Hoy estoy en la fe nuevamente y listo para servir a Dios con todas mis fuerzas.

POR FAVOR, NO CAMBIEN A DIOS POR UNA SIMPLE «MERCADERÍA».

Júnior – Boqueirão – Canoas (RS)

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Perdí mucho tiempo

También perdí mucho tiempo de mi vida viviendo para este mundo, donde quien reina es el diablo.

Desde que era niña, frecuentaba la Universal con mi madre y mis dos hermanos.

En el 2005, más o menos, mi hermano mayor fue levantado a obrero. Yo tenía 11 años, para ese entonces.

Era participativa, a pesar de mi corta edad. Tenía mucha fe. Era feliz y no lo sabía.

Sentía un enorme placer, una alegría de ir a la casa de mi SEÑOR – fuera para lavar, para participar de la reunión, para acompañar a mi hermano, para arreglar el jardín de la iglesia, para ir al GF Teen, que en esa época tenía otro nombre, en fin, para cualquier cosa -, ¡siempre estaba dispuesta!

Frecuentaba la iglesia de Parque Paulista (zona oeste de San Pablo), conocía a casi todo el mundo, tenía el sueño de ser tecladista de la iglesia.

Fui levantada a ‘cabeza de tribu’ apenas entré en la Fuerza Joven, pero mi hermano ya no era más obrero, pues había pecado y flaqueó en la fe. Inmediatamente después, mi hermana también, que es 4 años más grande que yo, paró de frecuentar como antes. Flaqueó en la fe. Tuve rencor de una obrera que me trató con ignorancia, entonces salí de la iglesia y comencé a ir a la sede de la Universal, que queda en el centro de mi ciudad. Pero allá, por ser sede, por ser mayor, no tuve toda esa atención, incluso porque participaba de la reunión y me iba a casa corriendo.

Con el pasar del tiempo, me aparté. Iba, a veces, los domingos, y cada vez más mi vida se hundía. Me puse de novia, fumé cigarrillos, me prostituí, tomé, hice cosas de las cuales me arrepiento mucho. Hice cosas que yo misma nunca pensé que haría. Incluso estar con una persona del mismo sexo que yo, salimos- y casi me enamoré. Estaba casi convirtiéndome en homosexual, pero mi vida era una basura.

Lloraba cuando me quedaba sola. Me venía un vacío, una tristeza que tomaba cuenta de mí, pero no tenía fuerzas ni coraje de pedirle perdón a Dios. Tenía vergüenza de Dios, perdí a mi Padre. Hasta que un día Dios envió a una muchacha de la iglesia que me ayudó mucho, y que me ha ayudado bastante hasta hoy.

Hoy soy feliz.

Soy una persona más calmada.

No siento más esas angustias, tengo placer de ir a la Casa del SEÑOR. Amo ir a la Fuerza Joven, involucrarme con las cosas de mi SEÑOR.

Decidí cambiar realmente el día 18/03/13, y desde entonces Dios solo me ha bendecido, ¡y me bendecirá cada día más!

Le agradezco mucho a Él por amarme y por nunca haber desistido de mí – aún siendo la peor de las criaturas -; por haberme perdonado y por haberme dado muchas chances. No voy a apartarme más de Su presencia. ¡Jamás!

Gracias, obispo, por las palabras y por el libro «EL ESPÍRITU SANTO», que también me ayudó mucho.

Que Dios lo bendiga cada vez más.

Carolina Sayuri

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Junto al Altar, lejos de Dios

Obispo, soy obrera y estuve meditando sobre el título de su mensaje «El dolor de la separación de Dios».

Sabe, obispo, lo peor de todo es separarse aún estando dentro de la Casa de Dios, dentro de Su Obra. Incluso, todos los que un día se separaron de Él (físicamente) ya se había separado hace mucho tiempo, espiritualmente.

Cuando la persona se separa de Dios físicamente, deja de ir a la iglesia. Pero, cuando se separa espiritualmente, deja de tener intimidad con Él (lo que es peor).

Fue mi caso.

Una experiencia horrible, que no se la deseo a nadie. Es más que un dolor físico (ya que el dolor en la carne pasa); es un dolor en el alma, que no pasa después de algunos días. Es un dolor constante en lo más profundo del ser humano; un dolor que ningún remedio puede «aliviar» (ya que ningún remedio puede llegar hasta el alma).

Se parece más a un agujero negro, sin fin.

Pasé por eso, aún siendo obrera (lo que quiere decir que no es porque tengamos un «cargo» dentro de la iglesia que no podemos apartarnos de Dios si no vigilamos).

Para muchos, yo aún estaba llena de luz. Para mí, era una oscuridad total, al punto de pensar en el suicidio.

Sí, obispo, darle un fin a mi vida para que ese dolor se terminara de una vez por todas. ¡Qué ciega estaba! Estaba lejos de Dios, aún estando tan cerca físicamente.

¿Cómo es eso?

Falta de comunión, falta de vigilancia, falta de temor y de sacrificio.

Pero hoy, gracias a Su misericordia, estoy de vuelta. Pero no físicamente, ya que nunca me aparté de Su casa. Estoy de vuelta con Dios de verdad, y Él está de vuelta conmigo.

Hoy puedo decir que tuve un verdadero encuentro con Dios y que nunca más quiero sentir de nuevo el dolor de la separación, incluso porque no aguantaría pasar por eso una vez más.

¿Estar separada de mi Señor? No logro ni siquiera imaginarme eso nuevamente.

Lamentablemente, es imposible no pensar en la cantidad de personas que están en la misma situación en la que un día estuve. Están cerca de Su Obra, de Su casa, pero, al mismo tiempo, separadas de Dios.

¡Que Dios tenga misericordia de nosotros!

Jéssica Naoko

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4 meses en el infierno

Gracias a Dios y por Su misericordia, la gloria de la segunda casa ha sido, con certeza, mayor que la de la primera en mi vida y en la de mi esposa.

Recuerdo cuando llegué a la iglesia el domingo 07/06/2009.

Después de haber ido preso, decidí entregarme a Dios, pues, durante toda mi vida, mi madre había luchado por mí.

Me entregué de todo corazón, y enseguida vino el deseo de ser obrero, de cuidar al pueblo, de ayudar al prójimo. Cuando mi teléfono sonaba y era un pastor u obrero, esa era mi mayor felicidad, porque sabía que Dios me estaba llamando.

Aún siendo jóvenes, mi esposa y yo nos conocimos. Fuimos levantados a colaboradores, a obreros y después de algún tiempo nuestro noviazgo fue bendecido.

Con el tiempo, el deseo que teníamos de servir a Dios en el Altar fue muriendo, porque dejamos de ver a Dios en primer lugar y pasamos a vernos el uno al otro. Fue terrible cuando caímos y ella quedó embarazada. Parecía que estábamos sucios por dentro y por fuera. Teníamos vergüenza de cuando entrábamos a la iglesia y el diablo nos hacía imaginar que todo el pueblo hablaba y nos miraba. Fueron 4 meses de estadía en el infierno, aún estando dentro de la iglesia, luchando para levantarnos.

Entonces, dejé de ser diezmista.

Nuestro matrimonio estaba totalmente destruido. Muchas peleas, ofensas e incluso agresiones físicas. Pero, cuando abríamos nuestro guardarropa y veíamos nuestros uniformes y cuántas fueron las personas que llevamos con esa armadura; a cuántos jóvenes había ayudado; cuántos domingos llegábamos más temprano para atender al pueblo… No, estaba equivocado. Orábamos y parecía que Dios no nos oía. Nuestra vida económica era una desgracia.

Fue cuando decidimos: «¡O es o no es! O Dios transforma nuestra vida, comenzando por nuestro interior, o nos vamos al infierno!» Fue cuando vino nuestra ACCIÓN, para que hubiera una REACCIÓN de Dios.

Comenzamos a entregarnos. Volví a ser fiel con Dios, y en el primer Ayuno de Daniel pusimos todas nuestras fuerzas para realmente nacer de Dios.

Hoy, gracias a Dios, puedo decir que somos felices.

Juntos, volvimos a la Obra de Dios. Cuidamos con toda honra el trabajo de la Fuerza Joven Universal de la sede de Marília, y puede estar seguro de una cosa:

¡VAMOS A VENCER!

Johnny Henrique

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No amo a mi marido

Ya oí muchos testimonios bellísimos. Pero este, sinceramente, fue algo que me sacudió mucho. Tengo el deseo de tener un verdadero encuentro con Dios. Me concienticé de que nunca tuve un encuentro con Dios, de que necesito nacer de nuevo. Pues, a causa de la ansiedad y del miedo de quedarme sola, creyendo que Dios no me miraba ni me daba importancia, terminé poniéndome de novia y casándome con una persona que no es cristiana.

Les confieso que soy la persona más infeliz del mundo. Tengo una tristeza enorme dentro de mí. No tengo paz, tengo insomnio, lloro mucho. Mi corazón está muy endurecido. Insulto con malas palabras. Tengo mucho rencor y depresión. Estoy llena de enfermedades, como diabetes y presión alta. Me siento una basura, no tengo autoestima.

Le pido tanto perdón a Dios…

Me siento culpable por todo. Siempre Le digo a Dios: «Señor, Tú no tienes la culpa de nada. ¡Yo fui la que me equivoqué por no haberte oído a Ti!» Ya fui a varias iglesias, pero siento que allá no es mi lugar. Extraño los miércoles y domingos, cuando iba a buscar a Dios.

Voy los martes a la Universal, pero mi corazón no es más el mismo para Dios. Me siento muy sucia. No amo a mi marido. Siempre le digo que quiero separarme, pues ni siquiera existe la vida íntima. No siento falta de tener el acto conyugal con él, y él se enfurece, se enoja. Estoy escribiendo, pues no tengo el coraje de contárselo cara a cara a nadie.

Patrícia