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Para el que le gusta pensar

No siempre se nota o se le da la debida importancia a una determinada palabra en un contexto. Muchas veces queda dispersa en medio a tantas otras.
Es aún más grave cuando esa palabra viene del Espíritu Santo.
Por eso, la mayoría no ha tenido oídos para oír y entender.

En la lectura apresurada de la Biblia, las palabras claves son desperdiciadas, lo que lleva al cansancio, al tedio y a la pérdida de interés, haciendo que la liberación sea aún más difícil.

Pablo tenía la perfecta consciencia de la grandeza de ser hijo de Dios. Consideró eso como la más alta, la más sublime y la más excelente condición de los nacidos del Espíritu.
Él invertía todas sus fuerzas, todo su entendimiento, todo su corazón y toda su vida en esa fe.
Y confesó:

“… prosigo a la meta, al premio de la soberana vocación de Dios en Cristo Jesús.”  Filipenses 3:14

Soberana Vocación: se trata de alguien que es llamado, escogido y regenerado (nacido de nuevo) para asumir la imagen del Altísimo en este mundo vil.
No es obra de mortales ni de cualquier ser angelical.

Solamente el Autor de la Vida, Consumador de la fe y Autoridad Suprema de los Cielos y del Universo tiene poder para elevar a la criatura inferior (ser humano) a la condición de hijo de Dios (superior).
Linaje escogido: es obra exclusiva del Espíritu de Dios.

“Mas vosotros sois linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo adquirido por Dios, para que anunciéis las virtudes de Aquel que os llamó de las tinieblas a Su Luz admirable…” 1 Pedro 2:9

Infelizmente, no todos los que han confesado la fe cristiana poseen el privilegio de la soberana vocación y son considerados linaje escogido.
Es el propio Señor Jesús quien dijo: “No todo el que Me dice: Señor, Señor, entrará en el Reino de los Cielos…” Mateo 7:21

Sin embargo, los nacidos del Espíritu de Dios, los que han perseverado en la fe para la conquista del premio de la condición de linaje escogido, soberana vocación o hijo de Dios saben que “pero tenemos Este Tesoro en vasos de barro, para que la Excelencia del Poder sea de Dios, y no de nosotros.” 2 Corintios 4:7